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((**Es14.434**) Mi querido don Antonio: Es algo tarde, pero debo escribir para cumplir mi promesa. Haga el favor de hacer llegar la carta adjunta a su dirección, según sus posibles; recibirá, además, por correo unas estampas de María Auxiliadora para cada uno de esos buenos clérigos, a los que dirá lo mucho que los quiero en J. C. Querido don Antonio, le agradezco el bien que nos hace como cooperador. Dios se lo pague, le bendiga y le guarde. Siempre que venga algún cooperador por aquí, mándenoslo como a su casa. Yo ruego cada día por ellos, y les pido que ellos recen también por mí, para podernos ayudar a ganar muchas almas a Dios en la tierra y juntarnos después un día todos en el reino de la gloria. Así sea. Dios les bendiga a ustedes y a todos nuestros queridos Cooperadores y ruegue por mí, que soy en N. S. J. C. su, Turín, 17 de junio de 1880 Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. P. D.: Compadezcan mi mala letra usted y los clérigos mencionados. La víspera de la fiesta de María Auxiliadora, don Bosco recibió una visita muy importante. De regreso de Roma, adonde había llevado un grupo de peregrinos paisanos suyos, el húngaro Antonio Lonkay, intrépido director del diario católico Idok Tannuja de Budapest, pasó por Turín y quiso ver a don Bosco a quien ya conocía de fama. Fue al atardecer al Oratorio, donde el Beato lo recibió con su acostumbrada bondad, empleando la lengua latina, que aquél hablaba expeditamente; por último, le entregó ((**It14.508**)) una limosna y se hizo inscribir entre los Cooperadores salesianos, dejando muy edificados por su piedad a cuantos tuvieron ocasión de verle. EN LA FIESTA DE DON BOSCO La demostración de afecto y estimación, que solíase tributar a don Bosco cada año el 24 de junio, resultaba cada vez más solemne por la intervención de personajes de elevada posición y de antiguos alumnos, por la variedad de regalos, por las manifestaciones literarias y musicales y por el entusiasmo general. La tarde del 23, el Beato agradeció conmovido los hermosos testimonios que le habían dado en la primera velada y terminó, comparándose a sí mismo con la cigarra, diciendo: -Yo no soy más que una cigarra que canta y luego muere. A la tarde siguiente y en la segunda velada, la comparación de la (**Es14.434**))
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