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((**Es14.364**) don José Ronchail, que fue sustituido después por don Juan Cagliero, apenas regresó de España. Este encontró que don Bosco tenía <>. En efecto, le había aumentado bastante el dolor y la inflamación del ojo enfermo 1. De las dos visitas, nada sabemos con respecto a Saint-Cyr, y muy poco respecto a La Navarre; guarda un vago recuerdo de ello un sacerdote salesiano viviente, don Miguel Blain, aquel Miguelito Blain, cuyo nombre ya saltó a los puntos de nuestra pluma al exponer ((**It14.423**)) el sueño de 1877 sobre la escuela agrícola de La Navarre 2. Era huérfano de padre y perdió también a la madre el mismo día que se abría la casa de San José, el 8 de julio de 1878. Una tía materna, carmelita, lo envió a los Salesianos de aquella casa, que lo recibieron el 16 de octubre del mismo año. Tenía buena voz y buen oído, por lo cual fue admitido en seguida en el coro. Ya hemos narrado cómo, oyéndolo cantar, don Bosco reconoció entonces en él al jovencito del sueño. Al acercarse la fecha de la salida de Marsella, quiso don Bosco que se invitara a los Cooperadores y a las Cooperadoras para la conferencia que había sido imposible dar en la fiesta de San Francisco de Sales; deseaba inaugurar con alguna solemnidad la parte ya terminada del nuevo edificio y dar así a los bienhechores una muestra tangible de la seriedad con que se atendía al desarrollo de la obra. Se eligió para la reunión el viernes 20 de febrero, día en que se celebraba el aniversario de la elección de León XIII. El Obispo, monseñor Robert, aceptó la presidencia; le hicieron corona, con don Bosco y el párroco Guiol, los miembros de la Sociedad Beaujour, y asistieron muchos eclesiásticos, muchos seglares distinguidos, un selecto grupo de señoras y notable concurso de personas del pueblo. Un jovencito leyó un discurso en honor <>, como él lo saludó. Contaba que había descubierto un tesoro y corría a ponerlo a sus pies, pues sabía la extrema necesidad que atravesaba de medios económicos para llevar a término su empresa; pero que el tesoro hallado y llevado a sus pies, había sido sólo un sueño; sueño que él esperaba fuera realidad, gracias a la generosa caridad de los Cooperadores y Cooperadoras marselleses. Después, un clérigo saludó al Obispo expresándole respetuosos sentimientos y poniendo el Oratorio de San León bajo su benévola y paternal protección. Por último, tomó la palabra don Bosco. La Gazzette du Midi publicó una larga ((**It14.424**)) relación, 1 Carta mencionada del 12 de febrero. 2 Véase: Vol. XIII, pág. 461. (**Es14.364**))
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