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((**Es14.363**) suelo, levantó el faldón de la sotana y enseñándole las piernas, tan hinchadas que parecían dos columnas o almohadas, le dijo: -íQuerido mío, ánimo! íDescansaremos en el paraíso! El citado don Anacleto Ghione, que era el prefecto de la casa de Marsella, le encontró una noche, después del rezo de las oraciones, solo en un corredor y al verle, contra su costumbre algo turbado, le preguntó si se encontraba mal. Respondió que no, pero que estaba indignado, porque una señora enferma de los ojos había pretendido a toda costa que le pusiera las manos sobre los ojos. -Yo, dijo, jamás pondré las manos en la cara de una mujer por todo el oro del mundo. Otro pensamiento lo amargaba mucho. -El pueblo, siguió diciéndole con pena, muy ignorante en cosas de religión, cree que es don Bosco quien obra las curaciones ocurridas en estos días. Pero no es así, ((**It14.422**)) no es don Bosco; es por la intercesión de María Auxiliadora; es María la que obtiene las gracias. Entonces don Anacleto, para librarse de una curiosidad, que hacía tiempo le picaba, preguntóle con toda confianza: -Escuche, don Bosco,. cuando se le presenta una persona y le pide la bendición para obtener una gracia o una curación, en aquel momento, >>sabe usted si está destinada o no a obtener la gracia mediante la bendición que le va a dar? Contestó: -Cuando se me presenta una persona, yo no sé nada de si está destinada a obtener la gracia; pero, mientras le doy la bendición, me viene como una especie de inspiración, como si yo quisiera tentar al Señor, y digo a aquella persona: levántese, vaya a dar las gracias a la Virgen. Y, en aquel instante, la persona se siente realmente curada 1. En la primera semana de febrero, don Bosco visitó las casas de Saint-Cyr y La Navarre, y de allí volvió a Marsella 2. Lo acompañaba 1 Carta de don Anacieto Ghione a don Juan Bautista Lemoyne, Ivrea, 30 de agosto de 1912. 2 En la Crónica de las Hijas de María Auxiiiadora se dice que don Bosco fue a Saint-Cyr en enero; pero esto no pudo ser. En efecto, desde Marsella escribía don Juan Cagliero a don Miguel Rúa el 5 de febrero: <>. Y el 12, después de su regreso a Marsella: <>. (Don J. Cagliero quería recordar su viaje a España, con el clásico <>, que escribió con tres admiraciones. N. del T. ). (**Es14.363**))
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