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((**Es14.344**) -Tome, pues... -Sobra la limosna. La celebraré igualmente según su intención. -No, tome; hágame el favor. -Si es así, la acepto. La señora le entregó un sobre con diez liras y se retiró visiblemente conmovida. Desde aquel día siempre que don Bosco pasaba por allí, ella, enterada ya de ((**It14.399**)) quién era, le daba diez liras de limosna para la celebración de una misa. El año de la exposición nacional en Turín, entró don Bosco en el recinto y, al pasar delante de un restaurante, oyó que le saludaba una señora: era la dueña del café de Ventimiglia, que se dio a conocer y le pidió que le permitiera hacerle una visita en el Oratorio. -Con mucho gusto, le contestó don Bosco. Pero en esta época estoy siempre fuera de casa y va a ser difícil que me encuentre. Fue, en efecto, la señora varias veces, pero nunca pudo encontrarlo. Quería hablarle para colocar a su hijo en el colegio de Alassio y deseaba obtener la admisión del mismo don Bosco. La amabilidad de don Bosco era realmente encantadora. Un sacerdote del Cantón Tesino (Suiza), don Santiago Cavalli, escribiendo el 5 de enero desde Rasa a don Miguel Rúa, concluía su carta con estas afectuosas expresiones: <>. (**Es14.344**))
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