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((**Es14.287**) Humilladísimo al oír tan inesperada respuesta, el teólogo se retiró y ni se quedó a comer en el palacio episcopal, como acostumbraba cada vez que algún motivo lo llevaba al Superior de la diócesis. Después, el Obispo, esperando tener, con el correr del tiempo, a su disposición el edificio, se adelantó para impedir que otros se pusieran por medio; con esta intención hizo muchas reparaciones en él y se afanó ante el Gobierno para que fuera declarado monumento nacional. Llegó la declaración, gastó en los trabajos quince mil liras, y todo ello se convirtió en ventaja para don Bosco, porque la nueva condición del edificio impidió que pasara a otros pretendientes, hasta que, muerto el Obispo en 1878, el teólogo Benone repitió con buen resultado el intento de instalar en él a los Salesianos. El plan de don Bosco era trasladar a San Benigno el noviciado de sus clérigos. El noviciado salesiano pasó por tres fases. En un principio los novicios vivían en el Oratorio de San Francisco de Sales como en familia, participando en la vida común y ejercitándose de este modo en las prácticas de piedad y en la vida activa propia de la ((**It14.331**)) Congregación; por lo tanto, según las diferentes aptitudes, quién asistía a los muchachos, quién daba clase, quién enseñaba catecismo, quién trabajaba en los oratorios festivos, quién ayudaba en las oficinas y despachos, viviendo bajo la inmediata dependencia de los superiores de la casa. Para los estudios de filosofía y teología acudían a las clases del seminario. En una segunda etapa, tuvieron clases aparte y se les asignó un superior del que dependían en todo y para todo directamente, y éste fue don Julio Barberis; pero siguieron algunos años asistiendo a los muchachos. Durante este período de progresivo aislamiento, se les destinó poco a poco un dormitorio común para ellos, un patio de recreo distinto, comedor para ellos solos; por fin, dispensados de asistencias, formaron en el Oratorio un cuerpo separado del resto de la Comunidad. Por último, tuvieron también casa propia, la de San Benigno Canavese, donde todo estaba ordenado para su formación religiosa. Era lo que don Bosco pretendía al abrir la casa de San Benigno; él mismo lo dijo; pero, también dijo que no convenía dar a la casa un carácter exclusivamente eclesiástico; había que aceptar a la vez muchachos aprendices y montar algunos talleres, que fueran útiles para las necesidades de la casa 1. Se vio cuán sabia era su idea cuando el ayuntamiento procedió a pasar a don Bosco la sucesión del edificio, pues la regia administración provincial de Turín, antes de autorizar la 1 Crónica de don Julio Barberis, 18 de abril y 7 de mayo de 1879. (**Es14.287**))
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