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((**Es14.282**) Inmediatamente le llegó, de parte del prosustituto en la Secretaría de Estado, una encarecida recomendación para volver atrás de la solución tomada, devolviendo sin demora a don Pedro Guidazio a su cargo en el seminario de Montefiascone, para ahorrar un gran apuro al Obispo y no causar grave disgusto al Papa. Teniendo en cuenta las piadosas exageraciones que aparecían en estos motivos, don Bosco no se volvió atrás. ALBANO Y ARICCIA Tampoco estaban a gusto los hijos de don Bosco en Albano, ni en Ariccia. Trasladado a la sede de Ostia y Velletri el cardenal Di Pietro, que los había llamado y fallecido poco después su sucesor, el cardenal Morichini, que habían querido a los Salesianos como a hijos, éstos ya no gozaban de las simpatías del nuevo Obispo. El Eminentísimo Morichini les tenía tanto afecto que, habiéndose accidentado, se hizo llevar a su colegio y quiso que le subieran en brazos, en un sillón. Llegó durante la clase de canto; en su presencia se cantó el Huerfanito de Juan Cagliero; que le conmovió hasta las lágrimas. Le sucedió el cardenal D'Hohenlohe, que hizo su entrada oficial con extraordinaria solemnidad. Al banquete de gala fue invitado también don José Monateri; pero en la visita que éste hizo a su Eminencia, acompañado de otro Salesiano, el recibimiento fue más bien glacial. Llegó después don Esteban Trione a saludarle con un novel sacerdote de la diócesis; y fue recibido bien, pero no le hizo una pregunta, ni le dijo una sola palabra sobre don Bosco y los Salesianos. Todo ((**It14.326**)) confirmaba la voz de que estaba prevenido contra la Congregación. Era partidario de la escuela rosmininiana y le ligaba estrecha amistad con Monseñor Gastaldi. Alguien exploró su ánimo para saber si permitiría a don Bosco abrir un colegio en Albano, y se manifestó resueltamente contrario. Además, entre su clero, no podía encontrarse con quien le hablara favorablemente de los salesianos; porque aquellos sacerdotes, a más de no haber mirado nunca con buenos ojos a los buzzurri 1, en los últimos tiempos, les hacían guerra solapadamente. El más insignificante incidente hubiera bastado para producir el estallido y tal fue una desgraciada bofetada, que el bueno de don Carlos Montiglio soltó en clase a un importuno colegial del seminario un día que perdió la paciencia. Ello dio origen a un altercado, a chismes y maledicencias 1 Apodo despreciativo, aplicado a los piamonteses. (**Es14.282**))
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