Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es14.250**) sus respectivos caciques. Don Santiago Costamagna, que se había adelantado en algunos días a sus compañeros, se entrevistó en seguida varias veces con aquellos indios, que habitaban a corta distancia. Los dos jefes le recibieron cordialmente; es más, el primero le hizo de intérprete. Con su consentimiento, reunió el misionero a los muchachos e intentó hacerles aprender a santiguarse y las verdades fundamentales de la fe. Cuando llegaron los compañeros, todos juntos pusieron con entusiasmo manos a la obra. Administraron el bautismo a los niños indios y a los hijos de los cristianos, legalizaron matrimonios y prepararon para abrazar la fe al mismo hijo mayor del cacique Eripaylá. Mientras atendían incansables a tan agradable trabajo, el Ministro de la Guerra les pidió que le acompañaran hasta el Río Negro, hacia el cual iban a emprender la marcha dos mil hombres, sin ningún sacerdote y donde encontrarían todos los indios que quisiesen, precisamente en los confines septentrionales de Patagonia. Monseñor Espinosa pensó que convenía acceder a la invitación. Fue un viaje de más de treinta días, a lomo de caballo y entre las. mayores incomodidades. La columna dispersó dos grandes grupos de indios, que creyeron poder impedirles el paso. En el gran día de María Auxiliadora, don Santiago Costamagna estaba ya a orillas del Río Negro, mientras los otros dos cabalgaban todavía por la zona que va desde el Río Colorado hasta este río. Desgraciadamente tuvieron que estremecerse muchas veces en silencio, sin poder protestar, ante las brutalidades de la soldadesca contra la vida de los indios. Se hizo una parada en Choele-Choel, en la margen izquierda del Río Negro, desde donde bajaron a Patagones, cerca de la desembocadura. Allí descansaron un poco. íTenían verdadera necesidad de ello! Después de tanto cabalgar, después de haber sufrido hambre, sed e insomnio y todas las calamidades, que acarrean la falta de alimento o la pésima condimentación, después de inauditos tormentos causados por un frío glacial, que helaba los huesos, sin el refugio de una choza o de una ((**It14.288**)) cueva en las más frías horas de la noche (la última parte del viaje coincidía allí con el corazón del invierno), pudieron finalmente proporcionarse algún alivio, que reparase sus fuerzas y los repusiese en condición de trabajar. Por el camino y en las paradas habían encontrado indios a quienes les habían hecho el mayor bien posible. Monseñor Espinosa escribió particularmente sobre la obra de don Santiago Costamagna en Choele-Choel 1: <(**Es14.250**))
<Anterior: 14. 249><Siguiente: 14. 251>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com