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((**Es14.227**) ejercitantes comulgaron e hicieron particulares oraciones para que Dios guarde en perfecta salud a toda su familia y preserve a los niños, que ya van creciendo, ((**It14.259**)) de las enfermedades que infestan estos pueblos. Pero otra vez tiene que procurar venir usted también y estoy seguro de que quedará muy contenta. Diga al señor conde César y a la señora condesa María que este año renuncien definitivamente a venir a Nizza. La difteria ha amainado, pero todavía se da algún caso. En cambio, la viruela adquiere una intensidad impresionante. La semana pasada murieron seis de viruela negra. De viruela ordinaria casi veinticinco, doce de ellos en la parroquia de San Hipólito. El domingo vino el Obispo a confirmar en la iglesia de San Juan y siguió el lunes. Mas, para evitar que la ceremonia resultase demasiado larga, confirmó dos horas en una iglesia y después en otra. Por la tarde hubo un predicador que suplió a monseñor Belasio, >>quién fue? Don Bosco. Aquí están don Juan Cagliero y don Juan Bautista Lemoyne, muy cansados los dos, y mañana tienen que volver a empezar los ejercicios para las Hermanas. No sé si podré volver a ver a la Abuela, pues estoy asediado por un sinfín de cosas. Las Hermanas y el señor Casalegno, que está aquí presente y los predicadores todos quieren ser recordados y envían respetuosos saludos. Dios los bendiga a todos y rueguen también por mí, que con filial afecto seré siempre en J. C. Nizza, 27 de agosto de 1879 Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. P. D. Esta tarde salgo para Turín. La tempestad de Chieri, por la que calladamente se gemía en las casas circunvecinas, no mermó en el oratorio de Santa Teresa la frecuencia de las chicas, ni tampoco la buena voluntad de las Hermanas, que se dedicaban a ellas bajo la experimentada dirección de don Antonio Notario, encargado por don Bosco de sustituir a don Juan Bonetti, mientras durase la suspensión. Una nota característica de aquel oratorio eran las escuelas, de los días festivos; en Chieri trabajaban en las fábricas de algodón y tela centenares de niñas y jovencitas, muchas de las cuales, como no habían ido a las escuelas elementales, no sabían leer ni escribir, y esto, dadas las exigencias de los tiempos, causaba mucho perjuicio a las familias. Don Bosco quiso remediarlo, disponiendo que las Hermanas resolviesen este inconveniente con una escuela festiva gratuita, desde las diez hasta el mediodía. Acudían a ella más de cien muchachas de nueve a quince años y unas cuarenta mayores, repartidas ((**It14.260**)) en tres clases, según la edad y su cultura 1. Quien entrase en el recinto del oratorio cualquier día festivo y viese 1 Véase: Bollettino Salesiano, enero de 1879. (**Es14.227**))
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