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((**Es14.205**) del Director, y, después de aconsejarse con sus ayudantes, denunció la carta al Arzobispo, como si fuera una provocación. El Arzobispo, ocupado entonces en una reñida discusión periodística con monseñor Balan, continuador de Rohrbacher, a propósito de Rosmini 1, dejó pasar tres semanas sin contestar; después, solicitado de viva voz por don Andrés Oddenino para que interviniera, el 12 de febrero, sin previa amonestación canónica y sin interrogar a don Bosco, quitó a don Juan Bonetti la facultad de confesar, mientras no hubiera pedido perdón al párroco por la <>. A don Juan Bonetti aquello le pareció un sueño. Corrió en seguida al Arzobispo para preguntar cuáles eran las expresiones de la carta denunciada, ((**It14.233**)) merecedoras de ser juzgadas irreverentes; pero se le negó la audiencia. Urgía, por otra parte, quitar todo motivo de asombro y escándalo en el pueblo, haciendo cesar la censura antes del sábado, que era el día en que don Juan Bonetti solía ir a Chieri; pero el 13 de febrero, jueves, juzgó que el mejor partido era resignarse y someterse a la condición impuesta. A pesar de lo amargo que le parecía el contratiempo, escribió al párroco pidiendo perdón; pero, dado que en su carta anterior no había la menor intención de ofrenderle, le pareció justo y razonable poner de relieve esta circunstancia. Enviada la carta donde pedía perdón, informó de ello a Monseñor, expresando su confianza de que la suspensión cesaría en el acto e insinuando, al mismo tiempo, que de otra manera él, para justificarse y defender el honor de la Congregación a la que pertenecía, no dejaría de acudir a medios desagradables, como sería un recurso a Roma. Estas últimas palabras no eran, dicha sea la verdad, necesarias ni oportunas para la consecución del fin. Monseñor se dio por ofendido y, en su encono, se pasó de raya, pues, sin esperar siquiera a conocer si el párroco se daba o no por satisfecho, renovó la suspensión de don Juan Bonetti, cargando por añadidura la mario infligiéndosela absoluta e indefinidamente, esto es, sin condición alguna y a beneplácito de Su Excelencia. Ahora bien, hay que traer aquí a cuento que una decisión de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, publicada el 20 de noviembre de 1615, y sacada a luz para don Juan Bonetti por el padre Rostagno, prohibía proceder tan sumariamente con los religiosos; pues decía: <(**Es14.205**))
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