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((**Es13.86**) el suyo. Cuando uno se da a hablar mal de un superior, de un asistente, a censurar algo que ha hecho, a decir que lo hubiera podido hacer de ésta o de otra manera, siempre hay uno, y otro más, que se añade al primero, hacen coro y dicen disparates todavía más gordos, sobre todo si hay uno que tenga un poquito de oratoria. Se esparce el descontento a los demás y toda la casa marcha mal. Procurad, pues, hacer cuanto podáis para impedir que se hable mal de los superiores y cuidad vosotros de eliminar toda crítica en vuestras conversaciones, porque hacen mucho daño. Y si en estas charlas entrase la ofensa de Dios, entonces habría que levantar la voz contra el enemigo de las almas para hacerlo callar. Entonces sí, es lícito murmurar, esto es, descubrir los defectos ajenos. Si, hablando, podéis impedir la ofensa de Dios, hacedlo, y tendréis mucho mérito. ((**It13.92**)) Ya sólo me queda animaros a proseguir con ánimo varonil la empresa comenzada, porque Dios bendecirá vuestros esfuerzos. Así, pues, ánimo para manteneros en buena salud, ánimo para impedir que se hable mal de los superiores y entonces no nos faltará nunca nada: podremos desafiar a todos los demonios y a sus ayudantes, que querrían perjudicarnos, y nunca les tendremos miedo, y haremos con toda seguridad mucho bien a nosotros y a los demás. Si se piensa que junto a tantos novicios había también en el Oratorio muchos clérigos profesos, no nos causa extrañeza el saber que alguno manifestase preocupación por un número tan grande de sotanas negras en el mismo lugar. >>No sacarían los visitantes una impresión poco favorable? >>Y los mal intencionados no tendrían pretexto para críticas venenosas? Precisamente para no llamar la atención a diversas clases de gente, se hacía en el Oratorio la imposición de sotanas por pequeños grupos y sin aparato. En una palabra, hacíase sentir cada año más la necesidad de una casa independiente de las demás para los novicios. -Sería preciso, dijo a este propósito don Bosco, que yo pudiese estar siempre en medio de los novicios para formar su espíritu, para hablar a menudo con su maestro; ípero... además... aquí en Turín son realmente demasiados! Frente a una necesidad don Bosco no se contentaba con ponerla de relieve y hablar de ella académicamente; su pensamiento corría en seguida a la búsqueda de medios para remediarla. Así sucedió que para el año escolar 1879-80 la casa de los novicios era una hermosa realidad, amplia y decorosa en la próxima población de San Benigno Canavese. Sabemos por las pláticas anteriores y por otras fuentes, que el Siervo de Dios hablaba con gusto en público y en privado, con grupos numerosos y a solas, en casa y fuera, de los progresos que hacía su Congregación y de los destinos que le estaban reservados en el porvenir. En todo esto tenía como fin animar a sus hijos a grandes empresas,(**Es13.86**))
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