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((**Es13.831**) mucho más que ningún otro. Los muchachos me quieren y respetan y eso lo sabe muy bien Monseñor, el cual me ha alabado distintas veces en mi presencia, hasta hacerme sonrojar. Como le dije, el colegio tiene una renta limpia de veintiuna mil quinientas liras que, antes de 1870, alcanzaba a diez mil escudos. Los internos pagaban entonces cuarenta y cinco escudos al año, ahora pagan setenta, pero dada la increíble cantidad y calidad de la alimentación no serían demasiado los ciento treinta escudos: La renta queda repartida así: diecisiete mil quinientas liras que entrega el Gobierno a título de no sé qué; mil quinientas liras pagadas por el Municipio a título de subvención, más quinientas liras dadas por el Obispo; además, los alumnos externos pagan todos ocho liras al mes. Todo esto lo he sabido por el profesor Amati, canónigo penitenciario, director espiritual del colegio y mío. A pesar de una renta tan aparente, el colegio pasa grave necesidad, porque, como le dije, está absorbido por el sueldo de los superiores y de la servidumbre, que, a pesar de la disminución de alumnos y de la renta, conservan el sueldo antiguo, y ninguno está dispuesto a la reducción, o a prestar su labor en lo que sea sin ser pagado. Y sucedió en estos días que, habiendo yo propuesto, a ejemplo de ((**It13.981**)) nuestras Casas, hacer cantar musicalmente la misa en Navidad, el ecónomo, que es un canónigo bastante rico y buen músico, respondió francamente, que si le asignan cuatrocientas liras de sueldo enseñaría música y, de lo contrario, no. Así que, aquí no se sabe qué es música, ni teatro u otras diversiones y hasta se escandalizarían con sólo hablar de ellas. Mientras tanto el número de internos es muy pequeño. Hay un solo clérigo en teología y dieciocho en el bachillerato; en retórica no hay ninguna vocación. Yo he propuesto que los estudiantes de bachillerato no lleven sotana, perdonar los prejuicios de los padres y cultivar la vocación en el colegio. Pero íojalá no hubiese hecho tal proposición! Por todo esto y más cosas que no digo, para no hacerme demasiado pesado, me he convencido de que es imposible levantar este colegio, a no ser por obra de don Bosco. Cuando usted venga se convencerá de ello y yo le diré el resto. Perdone. por ahora, mi indiscreción; ruegue por mí y créame que soy totalmente suyo en alma y cuerpo Afmo. en J. C. PEDRO GUIDAZIO B Carísimo don Bosco Le escribo por orden del Obispo. Ayer me mandó llamar para decirme que anda en tratos con el Municipio para abrir el Liceo. Espera obtener una subvención de ocho o diez mil liras. Pero querría saber antes si don Bosco podría proveer cuatro profesores patentados para el Liceo. El asignaría a cada uno el sueldo y el conveniente alojamiento en el Seminario, cuya dirección también le confiaría después de tres o cuatro años, según el beneplácito de los sacerdotes de Montefiascone, etc. Añadió que había hablado de ello con el Padre Santo, me tributó alabanzas y me animó. Quedé sorprendido de tanta novedad e indiscreción y respondí respetuosamente que me parecía imposible que don Bosco pudiese complacer en esto a Su Excelencia. Porque difícilmente podría atender a nuestras casas que, en estos últimos tiempos, parece están muy bajo los ojos de la Autoridad escolar; que una prueba de esta escasez (**Es13.831**))
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