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((**Es13.765**) ejercicios espirituales en las Hijas de San Vicente de la Pequeña Casa, donde era superior el canónigo Anglesio. Dignísimo sucesor del Cottolengo, hacía mucho tiempo que conocía y apreciaba a don Bosco 1. ((**It13.901**)) Después de la última plática de don Julio Barberis fue a la sacristía para saludarle y darle gracias. Don Julio Barberis se creyó en el deber de dárselas a él, porque hacía rezar a la comunidad por la curación de los ojos de don Bosco; después, añadió que todos los Salesianos esperaban tener pronto la satisfacción de ver en los altares al venerable Cottolengo. En cuanto oyó esto, el santo varón, que no acostumbraba a mirar a nadie a la cara, miróle a él fijamente, púsole la mano sobre el brazo y, apretándole dos veces, le dijo con un acento casi inspirado: -Sí, esperemos, esperemos, y tras él don Bosco. La palabra corrió en seguida por el Oratorio, donde fue tenida como profética, sobre todo por quien sabía lo mesurado que era el canónigo Anglesio al hablar. Los sucesos respondieron al augurio, pronóstico, vaticinio o como se quiera llamar. Hoy la figura del Beato don Bosco descuella sobre el fondo del pasado y frente al presente; por lo que es universal y fervoroso el deseo de que pronto la Iglesia cerque con la gran aureola la cabeza de este su hijo glorioso. 1 Véase Apéndice doc. 65. (**Es13.765**))
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