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((**Es13.567**) Naturalmente, para hacer frente a los gastos corrientes, ya fuera por compra de materias primas, ya fuera por reparaciones e innovaciones, se requerían grandes cantidades. Se esperaba que Varetti, ya que se las daba de copropietario, habría concurrido a ellos a medias, o, al menos, en medida considerable; pero propuso firmar pagarés. Así se hizo; pero las letras firmadas por él no tenían valor, si no estaban avaladas por don Bosco o por don Miguel Rúa. Y lo peor era que, a la hora del vencimiento, nunca sucedía que Varetti pagase una sola; por donde, aun a costa de grandes sacrificios, don Bosco debió ((**It13.664**)) pagar siempre por sí mismo, desembolsando en pocos meses la enorme cantidad de más de setenta mil liras. Por este camino, se iba a la quiebra. A finales de 1877, don Bosco, frente a tales salidas sin compensación, mostró su disgusto por la fábrica; el mismo Varetti le dijo a él y a otros que sería un gran día, un día afortunado aquél en que le fuese posible deshacerse de ella. Ante tal lenguaje, don Bosco, ya fuera en serio, ya porque quisiera estudiar a su hombre, rogó a la antigua propietaria que la volviera a tomar o le ayudase a venderla, indemnizándole de las mejoras introducidas. Cuando Varetti vio que se procedía a una vuelta atrás o a una venta, se opuso resueltamente, a pesar de que don Bosco le asegurara que él no tendría nada que perder por su obra; más aún, oyendo que la señora insistía para volverla a tomar o rescindir el contrato como fuera, dijo que estaba dispuesto a sostener cualquier litigio que ella intentase. Estaban las cosas en este punto, cuando don Bosco pidió una rendición de cuentas de la gestión, para ver si convenía continuar o no. Hubo de esperar más de un mes para tenerla; en febrero, ya bastante adelantado, se obtuvieron las cuentas hasta el 31 de enero. Las examinaron personas competentes, delegadas por don Bosco: aparecieron cosas que requerían explicación. Una y otra vez se rogó a Varetti que acudiese a una reunión para dar aclaraciones; pero fue lo mismo que hablar a un sordo. Entonces, don Bosco pidió los registros para ver cómo marchaban las cosas; insistió nuevamente para tener en casa la contabilidad. Era ya el mes de mayo de 1878: tras reiteradas instancias, por fin, Varetti llevó un registro único que contenía alguna contabilidad y sólo hasta el 31 de enero anterior, de modo que no se podía comprender el estado real de las cosas, ni saber quienes eran los deudores y los acreedores. Don Bosco, que, sin embargo, trataba siempre amigablemente a Varetti, rogóle en el mes de junio, por medio de unos amigos, que le entregase espontáneamente la fábrica, asegurándole que ((**It13.665**)) después sería compensado por todo el crédito que le fuese reconocido y por el (**Es13.567**))
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