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((**Es13.545**) tiempos, al vigorizarse de nuevo los aires anticlericales, alguien había presentado y sostenido enérgicamente el plan de vender el convento y el santuario. Al correrse la noticia, no faltaron buenas ofertas; la más lisonjera procedía de una sociedad de fabricantes genoveses, que quería instalar allí un gran taller de hilados y tejidos de algodón. El miedo de la profanación alarmó al párroco y a los mejores elementos del pueblo; por lo cual abrióse camino la idea de ofrecer a don Bosco el empleo del convento con la obligación de conservar la iglesia abierta siempre al culto público. Preguntáronle a don Bosco, el cual no se opuso a estudiar la proposición; tanto, que en la segunda mitad de abril de 1877 fue a visitar el lugar. Le gustó bastante; vio que, por la tranquilidad y la salubridad del ambiente, aquello respondía estupendamente a su intención de colocar a los novicios y a los estudiantes de filosofía. Podía, además, considerarse como un punto central para sus colegios del Piamonte y de la Liguria, con la comodidad de que pasaba el ferrocarril a la distancia de casi medio kilómetro. Pero, de repente, aparecieron las primeras dificultades. El Beato, buen conocedor de las condiciones de aquellos edificios, habló en su visita de las propias intenciones, ante todo con el religioso representante allí de su Orden. Este, preocupado, se lo contó inmediatamente al Padre provincial, que residía en Saluzzo y que, con la misma premura, puso en conocimiento de don Bosco la segunda cláusula, a la que nos hemos referido más arriba. En virtud de la misma, si sobrevenía una desamortización y la consiguiente restauración de las Ordenes Regulares, los Menores Observantes debían volver a entrar en su antigua posesión; por consiguiente, el Provincial, en su condición de representante de la Orden, elevaba una protesta formal, reclamando para tiempo oportuno ((**It13.638**)) el cumplimiento de la obligación antes dicha. Don Bosco se apresuró a responderle de esta manera: Muy Reverendo P. Provincial: El P. Manuel no ha expuesto toda la cuestión. Invitado repetidamente para ir a visitar aquel lugar, lo hice y, antes que nada, busqué al P. Guardian y le rogué participara al P. Provincial: que yo no entendía adquirir, sino únicamente conservar aquella casa para los religiosos actuales, a quienes dejaría como dueños absolutos, en el momento que quisieran regresar. Así las cosas, no se realizó ninguna compra o venta, sino que el Municipio conservó la propiedad y cedió el uso al presbítero Bosco. Aún más, añadí que tratándose de favorecer de algún modo a los religiosos, yo ponía por condición con el P. Manuel que fuese nuestro superior, nuestro amigo en todo. Pero habiendo tergiversado las cosas, desisto de toda diligencia; siento solamente que al cesar yo, entre inmediatamente una sociedad que desea montar una fábrica en el convento y en la iglesia. (**Es13.545**))
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