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((**Es13.517**) entre los socios y entre socios y salesianos cierto aire de familia, que favoreció ampliamente la uniformidad de perspectivas. Otra condición. indispensable para la segura estabilidad de la asociación era la perfecta inteligencia con las autoridades eclesiásticas. Para introducir en las diócesis una organización religiosa, que sobrepasaba los límites de las mismas y tenía una jerarquía propia, y para establecerla de un modo seguro y duradero, era preciso presentarla de tal forma que quedaran bien patentes su utilidad y su legitimidad. La cuestión requirió tiempo y dedicación. Pío IX, en el Breve del 9 de mayo de 1876, al conceder a la Asociación algunos favores espirituales, que había pedido don Bosco, afirmaba la existencia canónica de la misma en alguna diócesis, la bendecía y le auguraba mayor incremento. Pero, en Turín, fue discutido el valor del reconocimiento pontificio, porque no tenía constancia de las erecciones diocesanas canónicas. Esto afectó gravemente a la pía unión. Y más gravemente aún, cuando en el mes de noviembre de 1877 el señor Arzobispo declaró <> la publicación que se venía haciendo por el Boletín Salesiano de las indulgencias pontificias; amenazó entonces con comunicarlo a todo su clero y recurrió dos veces a Roma. Pero sucedió un hecho que puso fuera de toda duda, al menos, un previo reconocimiento diocesano. Monseñor Magnasco, arzobispo de Génova, hacía ya tres años que había aprobado ((**It13.604**)) la Asociación de los Cooperadores en su diócesis, pero el hecho no había tenido publicidad. Y entonces, como el Boletín Salesiano se publicaba en Sampierdarena, creyóse llamado a intervenir en la cuestión y no pudo desinteresarse de la causa. Así que, el 15 de diciembre de 1877, firmó un decreto en el que se confirmaban tres cosas: la realidad de la aprobación anterior al 9 de mayo de 1876, la renovación amplissimis verbis y la asignación de una sede central de la Asociación para el territorio de la propia jurisdicción. He aquí el importantísimo documento: SALVADOR MAGNASCO Por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica Arzobispo de Génova Abad perpetuo de S. Siro y Delegado ultramarino, etc. Ya en el año 1874 el reverendo Juan Bosco nos presentó un proyecto titulado <>, cuya finalidad principal era la de promover la instrucción y educación cristiana, especialmente de la juventud pobre y abandonada. La santidad de la finalidad, el debido respeto que su Reglamento orgánico encerraba (**Es13.517**))
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