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((**Es13.464**) ((**It13.541**)) El envío de personal a que alude no se cumplió por entonces: en efecto, a la llegada de don Bosco en abril de 1878, don Juan Bautista Ronchail era el Prefecto de la casa de Niza. El Siervo de Dios le dejó indispuesto, como ha poco decíamos al partir para Fréjus; noticias alarmantes, que llegaron después, le obligaron a adelantar la vuelta para asistir y confortar a su querido hijo. Las cosas se precipitaron rápidamente: una violenta pulmonía vino a amenazar su existencia. El día 7, domingo de Pasión, parecía que había superado la crisis y que ya no corría ningún peligro; pero, al día siguiente se presentó una complicación, que hizo perder toda esperanza. El enfermo se dió perfecta cuenta por sí mismo de su estado, reconoció que no había remedio humano, y su único pesar era no poder seguir ayudando a los hermanos, que tanto le querían; pero manifestaba su resignación a la voluntad del Señor en todo. El día 9 por la mañana pidió confesarse y recibir el santo viático. Le consolaba el pensamiento de tener a su lado a don Bosco en el postrer momento. Con santa resignación, don Bosco le infundió un sentimiento vivo de Jesús en la cruz, a cuyos dolores unía el enfermo los suyos. Entregó su alma a Dios el día 11, durante la misa de la comunidad. En los pocos meses que llevaba en Niza, se había ganado el afecto y el aprecio de todos, dentro y fuera de casa. Don Bosco quedó muy afligido con tan gran pérdida; no lo manifestaba, pero aquellos hermanos captaron su profunda angustia, cuando los bendijo a punto de separarse de ellos. Con paternal solicitud se preocupaba del Director de Niza, el cual sentiría aún más dolorosamente el vacío creado en la casa, después de su partida; por eso, al marcharse, quiso encomendarlo al óptimo barón Héraud. Queridísimo señor Barón: Agradezco la caridad y solicitud que prodiga a diario a mis pobres salesianos y a todo el Patronato de San Pedro. Procuraré demostrarle mi gratitud rogando cada mañana por ((**It13.542**)) usted y su señora esposa en la santa misa, al igual que sé que los jóvenes beneficiados ruegan con la misma intención mañana y noche. El director, don José Ronchail, necesita al presente mucha ayuda moral. Por eso venga aquí lo más que sus otras ocupaciones se lo permitan. El tiene en usted plena confianza y sigue con gusto sus consejos. No pierda de vista la necesidad de una iglesia, que sirva para los muchachos y para el público vecino a nuestra casa hacia los señores Tibaut. Roguemos a Dios que no dejará de enviarnos algún insigne bienhechor. Dé las gracias de mi parte a la señora Baronesa, su esposa, a la señorita Ambury y a las colectoras con quienes tenga ocasión de hablar. Ayúdeme con la caridad de sus oraciones y animémonos para poder salvarnos todos eternamente. Amen (**Es13.464**))
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