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((**Es13.433**) Agradaba también en el Siervo de Dios la respetuosa franqueza con que solía decir a los Purpurados, que le ponían dificultades para conseguir favores necesarios para la estabilidad y actuación de la Congregación: -Yo necesito que me ayuden a superar dificultades y no a creármelas. Desearía que se considerase, más que la persona de don Bosco, el bien y la utilidad de la Religión y de las almas, porque yo trabajo para la Iglesia. La víspera de la partida escribió sus observaciones sobre la guerra que se le había hecho en Turín y las envió al cardenal Oreglia, a quien ya consideraba como Protector de la Congregación, tal y como lo había pedido al Padre Santo. Eminencia Reverendísima: Espero que su E. Rvma., que conoció y favoreció nuestra humilde Congregación desde sus albores, quiera aconsejarme en la difícil situación en que me encuentro. Hoy acudo con especial confianza a la bondad de V. E., en razón de que la clemencia del Padre Santo, dignándose acceder al deseo de los salesianos, le ha elegido como protector nuestro. ((**It13.505**)) Su Eminencia Reverendísima conoce desgraciadamente las serias dificultades que, desde hace varios años, sostenemos por parte de S. E. Rvma. el Arzobispo de Turín, sin que nunca se haya podido conocer la verdadera causa. Las cosas llegaron a tal situación que yo he sido amenazado con la suspensión ipso facto, si por escrito, impreso o cualquier otro medio, mío o ajeno, tratase o hablase con alguien de algo desfavorable para nuestro Arzobispo. Sólo exceptuó al Cardenal Prefecto de los Obispos y Regulares, al Secretario de Estado, y al Padre Santo. Esta severa disposición persiste, aunque él haya publicado impresos, pastorales y opúsculos contra nosotros, sin que se haya dado ninguna respuesta, puesto que ése ha sido nuestro principio y ése ha sido también el consejo de V. E. Rvma. Además, sin ninguna forma canónica, suspendió a varios sacerdotes nuestros, que aún lo están después de ocho meses; negó la ordenación a diversos clérigos salesianos que se le presentaron, y esto con grave daño para las casas de Europa y más aún para las misiones de América, que incesantemente piden obreros para poder avanzar hacia los salvajes de las Pampas y Patagonia. Puestos los salesianos en tales apreturas, el Arzobispo reclamó a la Santa Sede sobre hechos inexistentes, que provocaron, sin embargo, una carta de censura de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, con descrédito para nuestra pobre Congregación. En tal estado de cosas (no pudiendo obtener ninguna respuesta a las advertencias presentadas), vine a Roma, donde la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares me aseguró que se adoptarían rápidas medidas. Pero los graves sucesos que en los últimos días perturbaron el mundo católico y la delicada salud de V. E. lograron que, después de cuatro meses de infructuosas solicitudes, me encontrase ahora obligado a marcharme sin ningún éxito y quizá en peores condiciones que antes. La razón es que se están preparando algunas respuestas a las preguntas hechas por el Arzobispo, (**Es13.433**))
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