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((**Es13.432**) Lecturas Católicas; más aún, aquel año publicó a los cuatro vientos una nueva circular para aumentar su difusión 1. El 21 de marzo, fiesta de san Benito, el benedictino don Gregorio Palmieri acompañó a don Bosco a San Pablo extramuros, dando una sorpresa a toda la comunidad, que se alegró mucho. Era entonces superior el abad don Juan Francisco Leopoldo Zelli y la primera vez que don Bosco visitaba aquel monasterio. Participó en la comida de aquel día de fiesta 2. En 1915, recordaba todavía don Gregorio que, después de comer, en la conversación tenida en la sala del Abad, según costumbre de los benedictinos, habiendo caído la conversación sobre monseñor Gastaldi y las dificultades suscitadas contra don Bosco, oyó exclamar al Beato: -íY, sin embargo, le hicimos arzobispo! El buen benedictino, que era bibliotecario del monasterio, acompañó al Siervo de Dios a visitar la biblioteca. En el álbum de visitantes ilustres de la misma, que se abre con la firma de Pío IX, escribió don Bosco, precisamente el 21 de marzo de 1878: Joannes Bosco sacerdos amico suo patri Gregorio vita et gaudium (Juan Bosco, sacerdote, a su amigo el padre Gregorio salud y gozo). ((**It13.504**)) Era ya don Gregorio un noventón, que rebosaba salud y agilidad de espíritu, y recordaba, con particular ternura y veneración, sus relaciones con don Bosco, y le gustaba repetir que los augurios del Beato habían resultado eficacísimos. Fue siempre un bienhechor de la Obra Salesiana. Una vez que don Bosco obtuvo la audiencia descrita, ya no tenía nada que le detuviese en Roma; así que se apresuró a hacer las visitas de despedida. El 23 de marzo por la tarde fue con don Joaquín Berto al Cardenal Vicario, el cual le dijo que haría cuanto le fuere dado para que los salesianos obtuvieran una casa en Roma. Después le preguntó: ->>Confiesa usted también aquí en Roma? -Sí, si Vuestra Eminencia me concede la autorización. -Entonces, confiéseme. Y se confesó. Semejantes manifestaciones de confianza ya las había recibido otras veces de diversos Cardenales; algunos no solamente se encomendaban a sus oraciones, sino que hasta querían ser bendecidos por él. 1 Véase Apéndice doc. n.° 38. 2 Véase más atrás, pág. 28. (**Es13.432**))
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