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((**Es13.410**) regalo de las candelas de la Purificación de María. El Papa pronunció con voz clara un discurso, que concluyó recomendando encarecidamente la instrucción religiosa de los niños. En aquella fiesta de la Virgen que señalaba el septuagésimo quinto aniversario de su primera comunión, lo mismo en Roma que fuera de la ciudad acudió un gran número de fieles a la sagrada mesa, especialmente de jovencitos, animados con el pensamiento de orar por el Papa. Aquellas plegarias, de tantas almas buenas y tantos niños inocentes, tenían que acompañarle a la eternidad. En la noche del 7 de febrero el mal que hacía tiempo le atormentaba, se agudizó de improviso. Por la mañana recibió el Padre Santo los últimos sacramentos y, al toque del Ave María de la tarde, el grande y longevo Pontífice se adormeció en el Señor, precisamente a la hora prevista por don Bosco el 7 de febrero del año anterior. El buen Pío IX habló de don Bosco hasta en sus últimos días. No obstante las intrigas y los disgustos que no daban tregua a don Bosco, el Siervo de Dios había preparado en Tor de'Specchi una reunión el 29 de enero, fiesta de san Francisco de Sales, en la que dio la primera conferencia a los Cooperadores salesianos. Asistió a ella también el Cardenal Vicario, Mónaco Lavalletta. Pues bien, pocos días después quiso el Papa que Su Eminencia le diera una detallada relación de todo y se complació paternalmente de ello. Y, casi en la víspera de su muerte, volvió a hablar del Beato con el cardenal Simeoni, Secretario de Estado y le dijo: -íDon Bosco es un hombre que hace mucho bien, es un hombre prodigioso; yo le aprecio y le quiero mucho! Pero envía a las misiones individuos demasiado jóvenes y temo, por consiguiente, que sus misiones acaben como las de los... Los temores, que el amor inspiraba al Sumo Pontífice, no se realizaron; pero es justo advertir que no decía esto por su convicción personal, sino por las insinuaciones de una persona, que intentó desacreditar ante él las misiones salesianas, para que no las favoreciera tanto. La misma noche de su muerte escribió don Bosco estas memorables palabras a monseñor Rosaz, obispo electo de Aosta: <((**It13.478**)) a las tres y media 1 se extinguía el sumo e incomparable astro de la Iglesia, Pío IX. Los diarios le darán los detalles. Roma está consternada 1 Della Rocca, secretario general del Ministerio de Gobernación, envió a las tres de la tarde del día 7 un boletín oficial a las comisiones de gobierno de la Cámara y del Senado, anunciando que el Padre Santo había fallecido a las dos. La agencia Stéfani participó a Europa el falso anuncio gubernativo. Hacia las cuatro, un segundo edicto fijado en el atrio de Montecitorio, decía no haberse recibido todavía el aviso oficial de la muerte del Papa. Don Bosco escribió ciertamente la carta después de conocer la falsa noticia. (**Es13.410**))
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