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((**Es13.375**)que otro no hace la genuflexión, o que la hace mal y ((**It13.435**)) él, por vana vergüenza de los hombres, negará a Jesús en el Sagrario esta señal de adoración, o la hará tan mal que más bien parecerá un desprecio. Un día se os presentará la ocasión de ayudar una misa. -Podría ayudarla yo, pero >>qué dirán mis compañeros? Dirán que no valgo más que para estar en la sacristía. >>Yo, un hombre de sacristía? Y deja que vaya otro a ayudarla, mientras él se retira a un rincón de la iglesia para que nadie le vea, y se contenta con oírla. Y yo os digo que cuando uno, por respeto humano, se pone en un lugar obscuro, escondido, de la iglesia, al día siguiente ya no irá a oír la santa misa. Vendrán después los compañeros y le dirán: -íHola, amigo! íCuánto tiempo hace que no nos veíamos! íEa, vamos a beber juntos una botella de gaseosa! Y van y juegan y entablan malas conversaciones. El muchacho vuelve a su a, trastornado todavía con lo que ha oído en aquella conversación, y deja de guardar un poco el respeto que se debe a los padres; luego, comienza a malgastar dinero, después ya no obedece a su madre y alarga la mano para robar algún dinero en casa. Aquel jovencito, que era tan bueno aquí en el Oratorio, se hace un verdadero desobediente, un pequeño gastador. No quiero seguir adelante describiendo las tristes consecuencias de las vacaciones. íA cuantas culpas arrastran el respeto humano y las malas compañías! íA cuantos, que vuelven de su casa al Oratorio, hay que despedir porque no se portaron bien o no pudieron obtener del párroco el certificado de buena conducta durante las vacaciones! Y no puede ser de otra manera; para que el párroco pueda extender este certificado, es preciso guardar buena conducta. Pero yo espero que no os ocurra esto a ninguno de vosotros, por consiguiente, dejando de lado estas cosas desagradables, os daré algunos avisos para que os mantengáis buenos durante las vacaciones. Mirad, pues; tan pronto como lleguéis a casa y os encontréis con vuestros padres, saludadlos, abrazadlos y decidles que yo los saludo de todo corazón. Y, vosotros, respetadlos, obedecedlos y haced todo lo que puede agradarles. Después, id a presentaros al parroco de vuestro pueblo o al sacerdote que atiende vuestra aldea, saludadle de mi parte, decidle que os ponéis bajo su dirección y ofrecedle vuestros servicios, por si durante las vacaciones quisiera aprovecharse de vosotros para algo. Decidle que si necesita mandar escribir una carta, que le sirváis en las sagradas funciones, que le hagáis algún trabajito y también si tuviese viña en su huerta, vosotros estáis dispuestos a ayudarlo y prestar vuestro trabajo. Generalmente los párrocos disfrutan tratando bien y amigablemente a los buenos muchachos, estudiantes o aprendices, que llegan de un centro educativo; les gusta convidarles a un refresco, invitarles a comer o a merendar; a veces, se complacen en que les acompañen de paseo. Disfrutad también vosotros el placer de complacerlos. Pero, ante todo, no olvidéis nunca la fuga del ocio y la ((**It13.436**)) presencia de Dios, temas que ya traté con vosotros. Ahora vuelvo a repetiros que no estéis ociosos durante el tiempo que paséis en vuestras casas, y, hagáis lo que hagáis, tened siempre presente que Dios os ve. Procurad, pues, portaros como buenos cristianos lo mismo que lo habéis sido aquí en el Oratorio. Por consiguiente, ayudad cada mañana a la santa misa y, si no podéis ayudarla, oídla con devoción. Haced, antes o después, un poco de meditación y, si no podéis hacerla ni antes ni después, hacedla durante la misa. Seguid la buena costumbre de recibir la santa comunión cada domingo u otro día de la semana. Me gustaría que comulgarais con frecuencia, pero os aconsejo que lo hagáis (**Es13.375**))
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