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((**Es13.374**) todos. Ahora desearía que cada uno me diese un gusto: y es que toméis nota de lo que don Bosco os sugiere, para pasar alegremente las vacaciones, y que las tengáis siempre presentes en la mente y las practiquéis. Si las cumplís, la experiencia os dirá cómo procuré haceros felices y alegres con mis advertencias. Cuando volváis al Oratorio, ya me contaréis y bendeciréis la hora y el momento en que os las he dado. Buenas noches. El 2 de septiembre se repartieron los premios a los estudiantes. Monseñor Ceccarelli leyó el discurso, que fue impreso en la tipografía del Oratorio. Como aquel día había llegado don Juan Cagliero ((**It13.434**)) de América, el orador, intérprete de la común alegría, acabó con un entusiasta saludo a su persona. Don Bosco no tomó la palabra en el acto académico, pero habló a la mañana siguiente en la iglesia. Sus palabras fueron las de un padre que tiembla por la suerte de los hijos próximos a separarse de su lado. Cuando un padre tiene que dejar a sus hijos, o cuando tiene que enviarlos a cumplir un encargo a un lejano país, aunque sepa que sus hijos son obedientes y conocen bien el asunto que deben tratar, sin embargo, siempre teme que les suceda algo a los hijos que tanto ama. Desde que parten, vive angustiado, pensando que pueden tropezar, resbalar y caerse por un espantoso precipicio en un lugar montañoso, ser desgarrados por un lobo en medio del bosque, perecer bajo el cuchillo asesino en un barranco, o sufrir molestias e incomodidades a lo largo del camino, la aspereza de los lugares, la intemperie de las estaciones. >>Y hasta cuándo vive con esa angustia? >>Cuándo vuelve a estar tranquilo? Hasta que regresan al techo paterno y puede volver a abrazarlos contra su corazón. Creedlo: ese padre que teme, padre indignamente, pero padre de corazón, ése soy yo. Los hijos que deben separarse para ir a lejanas tierras, sois todos vosotros que marcháis de vacaciones. Habéis terminado vuestros trabajos y ahora vais en busca del merecido descanso; mas, para mí, este curso escolar es un ano más que ha pasado, del que tendremos que dar cuenta a Dios; un año más de mérito o de pena. >>Y quién sabe si, dentro de poco tiempo, no se llevará el Señor a alguno de vosotros y, en vez de dejarle disfrutar las vacaciones, no le pida cuenta de cómo ha pasado el curso? Pero vosotros tenéis la sangre hirviendo en las venas y gritáis con entusiasmo: -íVacaciones, vacaciones! Y no pensáis más que en ellas, no deseáis nada más, no queréis oír hablar de otra cosa. Sea así. Ahora os vais de vacaciones, y no con malas intenciones, sino con buenos propósitos, pero yo temo que algún enemigo venga a arrancaros estos buenos propósitos y os haga perder la vida del alma. íCuántos peligros encontraréis! Todos los que ahora os he nombrado, lobos, precipicios, ladrones, son otras tantas imágenes de los peligros espirituales con que os toparéis. Y este pensamiento preocupa mi corazón y me mueve a advertiros que os guardéis de ellos. Si no estáis firmes en el bien y resueltos, cuando estéis en casa, ya sin custodia y retirados, libres y en medio de las ocasiones del mal, comenzaréis a dejaros llevar hacia abajo poquito a poco y por fin caeréis. Un joven del Oratorio irá a la iglesia y cuando vea a otro que no toma el agua bendita, tampoco él se atreverá a tomarla por miedo a que se burlen de él. Verá (**Es13.374**))
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