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((**Es13.348**) diversas formas y con diversas palabras, no se hace más que repetir un mismo pensamiento: esto es propio de escritorzuelos. Expresado un pensamiento, se pasa rápidamente a otro. Le gustaba mirar al porvenir; pero, vislumbrando los progresivos desarrollos del Oratorio, no hubiera querido que se dejasen perder las huellas de lo que había sido el Oratorio en sus principios. Así, conversando el 27 de diciembre sobre las condiciones en que se presentaba el Oratorio en los comienzos más remotos, dijo: -Será oportuno que se conserve la planta del Oratorio primitivo, es más, convendría que, después que se sacó el plano, se reprodujese o también se fotografiase. Resultará agradable a los venideros ver aquella primera casita rústica, donde se pusieron los principios del Oratorio y de la Congregación. -Entre los primeros muchachos había algún pintor; ((**It13.402**)) uno de ellos un tal Bellisio 1, nos conservó con exactitud el recuerdo y sacó varias copias... Quien escriba con todos sus detalles la historia del Oratorio y de la Congregación, podrá ilustrarla con grabados que representen sus diversas fases, lo cual, al paso que agradará a los lectores, siempre contribuirá más a la exactitud de la narración y a que se preste fe al narrador. Más aún, le hubiera gustado fotografiar o mandar hacer un dibujo de los muchachos en la iglesia, para mostrar cómo se comportaban en ella, es decir, cómo estaban colocados y cuántos y cuáles eran. -Especialmente, añadió, me parecería muy interesante poder ver con su uniforme a los guardias enviados desde la ciudad para espiar si don Bosco predicaba la guerra, la sublevación o la resistencia a las leyes. Sería un hermoso cuadro, me imagino, tener delante a varios centenares de muchachos sentados, atentos y pendientes de mis labios, y seis guardias municipales uniformados, de pie de dos en dos y plantados en tres puntos distintos de la iglesia, que, de brazos cruzados, escuchan también el sermón. íY me hacían un gran servicio para la asistencia de los jóvenes, aunque estaban allí para asistirme a mí! Sería gracioso, sobremanera, pintar esos guardias, enjugándose a hurtadillas las lágrimas con el dorso de la mano o tapándose la cara con el pañuelo para que nadie se diese cuenta de su emoción. O bien, dibujarlos de rodillas en medio de los muchachos, alrededor de mi confesonario y aguardando su vez. Porque yo hacía los sermones más para ellos que 1 Véase: LEMOYNE, Memorías Biográficas, II, pág. 401; IV, 369; VII, 77. Con su conocido trabajo El Oratorio de don Bosco, don Fidel Giraudi realizó sin darse cuenta y maravillosamente este deseo de don Bosco. (**Es13.348**))
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