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((**Es13.276**) ofrecerle su homenaje, para recibir una bendición, por ceremonia, por pura formalidad, sino para recibir el mandato que Jesucristo dio a sus apóstoles: Ite in mundum universum, praedicate evangelium omni creaturae (Id por todo el mundo, predicad el evangelio a todas las gentes). Id, haced el bien, id en hora buena adonde sois enviados. Y ellos, con esta bendición, van a las tribus salvajes y, transformándolas en manso rebano, las conducen al aprisco de Jesucristo. In omnem terram exivit sonus eorum et in fines orbis terrae verba eorum (Por toda la tierra se oyó su voz y hasta el fin del orbe llegaron sus palabras). Pero los misioneros tienen que estar preparados para cualquier eventualidad, incluso a dar la vida para predicar el evangelio de Dios. Hasta ahora, sin embargo, los salesianos no tuvieron que soportar graves sacrificios propiamente dichos o vejámenes, si se exceptúa don Juan Bautista Baccino que murió, y dicen los que lo observaron, que murió víctima del trabajo ((**It13.316**)) en el campo evangélico, o, como se diría de otro modo, mártir de la caridad y del sacrificio por el bien de los demás. Pero, más bien que una pérdida tenida con la muerte del heroico misionero, nos hemos enriquecido, pues ahora es nuestro protector en el cielo. Los sudores de nuestros hermanos fueron bendecidos por Dios. Habíamos abierto ya casas, colegios, oratorios y parroquias en diversos lugares de América del Sur. En Buenos Aires especialmente se había fundado un gran asilo para recoger muchachos pobres y abandonados. Pero hay también muchachas necesitadas, pobres y abandonadas, que no pueden vivir por sí mismas y no tienen a nadie que las eduque, y piense en ellas. Había que poner remedio a esto. Y precisamente ahora, por vez primera, seis Hijas de María Auxiliadora dejan también su casa, sus parientes y todo para acudir adonde las llama la necesidad. Allí abrirán escuelas, enseñarán el catecismo, en una palabra, se prodigarán en favor de las pobres muchachas abandonadas. Y éste es otro paso que damos. Debo llamar la atención sobre una cosa, también los protestantes envían y van a lo que ellos llaman misiones, pero íqué diferencia entre las nuestras y las suyas, entre el misionero protestante y el católico! No tengo tiempo para explicaros detalladamente esta diferencia, pero os la indicaré. Los protestantes van a misiones, es verdad, pero, >>quién los envía? La Reina de Inglaterra, los emperadores, los reyes, los príncipes. Y los misioneros católicos, >>de quién reciben la misión? De Jesucristo, representado por su Vicario, el Sumo Pontífice. >>Acaso la Reina de Inglaterra, el Emperador de Rusia o de Prusia los envían en nombre de Jesucristo? Ah, no; ellos no son sacerdotes, ni suceden por una serie no interrumpida a los apóstoles de Jesucristo. Son enviados por hombres, tienen una misión humana, en general sin más finalidad que la política y la guerra contra la verdadera Iglesia. No es Jesucristo quien los envía. Los ministros protestantes, antes de partir, consideran si hay un pingüe estipendio: ->>Cuánto me dan? Si me dan tanto, bueno, voy, de lo contrario, no voy. >>Y hay, además, buena vivienda? >>Están previstos la comida y el vestido? Después averiguan si hay medios de subsistencia para los hijos y para la mujer y, a la hora de partir, llevan consigo un montón de cosas, porque quieren toda clase de comodidades y bienestar. >>Procede así el misionero católico? íNada de eso! Da un adiós a padres y hermanos, y marcha sin más riqueza y apoyo que Dios, y nada más; y va adonde la obediencia lo manda y adonde más se necesita su actuación, sin preocuparse dónde, cómo y cuándo encontrará los medios de subsistencia. Los protestantes van únicamente adonde sean posibles todas las comodidades de la vida; y si no las hubiese, se las procuran ellos por todos los medios, calculan el provecho material que podrán sacar de aquellas misiones y se niegan a ir al encuentro (**Es13.276**))
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