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((**Es13.197**) una comunidad religiosa le tocará obedecer como un humilde siervo. >>Ha puesto mientes en ello? -Sí, lo he considerado atentamente y me he convencido de que, en punto de muerte, me consolará más haber obedecido que haber mandado. -Perdóneme, señor Conde, si añado una observación más. Usted tiene ya una edad avanzada y yo no sé si ésta le permitirá observar las reglas del Instituto. -Es verdad, contestó el Conde después de un instante de reflexión y con acento conmovido; ya no soy joven y me pesa mucho tener que dar a Dios los últimos restos de mi vida. Sin embargo, me alienta el pensamiento de que todavía no soy un viejo decrépito y que, a mis sesenta y cuatro años, gozo de óptima salud, de suerte que espero poderme ((**It13.221**)) adaptar a la vida común. Por lo menos, no me parece imprudente intentarlo. Al verle don Bosco tan decidido y conociendo su gran virtud, hubiera podido conformarlo sin más en su propósito y prometerle que lo aceptaba entre los suyos; pero no quiso ni las apariencias de la precipitación; por lo cual, como estaba ya a punto de comenzar la novena de María Auxiliadora, le sugirió que la hiciese para recibir luces del cielo, y que pasara también algún día en el retiro y en la oración. En principio, don Bosco no excluía de su Congregación a los hombres ya formados, ni a los nobles; mas en los comienzos le interesaba muchísimo la homogeneidad de los individuos que la componían; pero no miraba sin preocupación la eventualidad de que, al correr de los años, empezaran a entrar adultos y aristócratas. Tenemos sobre este tema una preciosa conversación del Siervo de Dios con don Julio Barbeis, que nos la ha transmitido en su crónica del 17 de mayo de 1876. -Todas las demás Congregaciones, dijo don Bosco, tuvieron en sus comienzos la ayuda de personas doctas e inteligentes, que, sumándose a ellas, auxiliaban al fundador o más bien se asociaban a él. Entre nosotros, no: todos son alumnos de don Bosco. Esto me costó un trabajo durísimo y continuo de unos treinta años, pero con la ventaja de que, al haber sido educados todos por don Bosco, tienen sus mismos métodos y sistemas. Los que entraban en las otras Congregaciones para ayudar a los fundadores, ciertamente cooperaban, pero, como ya estaban formados a su manera y como los hombres no pueden despojarse completamente del viejo Adán cuando han llegado a cierta edad, creaban cierta heterogeneidad de elementos, que acababa por ser fatal (**Es13.197**))
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