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((**Es13.162**) los pobres religiosos fueron recibidos con gran benevolencia, instalados en la iglesia de la Misericordia, en la iglesia de la Boca, en la dirección del hospicio para muchachos pobres. Estas son, doctor, las obras de los socios de San Vicente. Ahora ya se ha empezado; harán falta muchos sacrificios para que todo marche y se puedan obtener los frutos que con razón todos esperan. No ahorraremos ningún sacrificio. Aquí en Italia prepararé obreros evangélicos, prepararé jefes de taller capacitados, y os los enviaré a vosotros. Y vosotros seguiréis dispensándoles la misma protección, la misma benevolencia que ya habéis dispensado a los que los precedieron. Pero si me lo permite, doctor, recomiendo el hospicio de los niños pobres, para artes y oficios. La experiencia nos convence de que no hay otro medio para sostener la sociedad civil más que el de atender a los niños pobres. Si se recoge a los muchachos abandonados, disminuye la holgazanería, disminuyen los rateros, se lleva más seguro el dinero ((**It13.181**)) en el bolsillo, descansa uno más tranquilo en su casa, y los que tendrían que ir a poblar las cárceles, y ser para siempre el azote de la sociedad civil, se convierten en buenos cristianos, honrados ciudadanos, gloria de los países donde viven, decoro de la familia a la que pertenecen, y se ganan honradamente con el sudor y el trabajo el pan para la vida. Usted, doctor, recomiende a sus asociados la obra de los niños pobres, como una obra de gran mérito ante Dios y ante los hombres. Compadézcame, doctor, si hablo con demasiada confianza. Las cosas admirables, que vuestro Arzobispo contó del celo y abnegación de los socios de San Vicente, hacen que me atreva a ello. Este venerando Prelado se dignó hospedarse con los peregrinos argentinos en nuestra humilde casa de Turín; a todos nos edificó con su piedad y su ciencia. Se mostró contento con lo poco que supimos hacer para manifestar nuestro homenaje y gratitud a tan insigne bienhechor. Habló mucho de usted, doctor, y de la Sociedad de San Vicente, y repitió en varias ocasiones que era ésta una obra del Senor, que produciría mucho bien a la Iglesia y al Estado. Tuvimos también el gusto de que nos visitara el doctor Martel; pero paró poco, de suerte que nos faltó tiempo para manifestarle los sentimientos de aprecio y afecto que merecía y que nosotros deseábamos exteriorizar. Le agradezco la preciosa carta que se dignó escribirme y que recibí de mano de don Juan Cagliero. El se detendrá en Italia para organizar unas misiones en Santo Domingo y en la India; después volverá con sus queridos amigos de Buenos Aires, como ardientemente lo desea. Para suplirle, en la iglesia de los italianos irá don Santiago Costamagna, buen músico y excelente predicador, con don Domingo Milanesio, que se dedica expresamente a la educación de los niños abandonados. Otros sacerdotes, con dos catequistas, serán enviados a la Boca para ayudar a don Francisco Bodrato. Su partida está fijada para el 14 del próximo noviembre. Dígnese aceptar mi humilde, pero vivo agradecimiento; tenga la bondad de manifestarlo a todos sus socios; que todos tengan vida feliz y puedan los venideros ver el fruto de su caridad, al tiempo que Dios tenga preparado a todos el muy merecido galardón en el cielo. Me recomiendo por último a la caridad de sus santas oraciones y me profeso con la mayor gratitud su Turín, 30 de septiembre de 1877. Afmo. amigo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. (**Es13.162**))
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