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((**Es13.133**) los gritos y los aplausos, hasta que una señal de don Bosco impuso el silencio, que permitió se oyeran estas palabras: -íAquí tenéis al Arzobispo de Buenos Aires! Pero las profirió con voz tan suave y emocionada y las acompañó con un gesto tan expresivo, que todos le entendieron como si hubiese dicho: -íAquí tenéis a nuestro padre, a nuestro bienhechor, a nuestro amigo, que tanto hemos deseado ver! Esta presentación enterneció de tal modo al Prelado, que se volvió para abrazar a don Bosco, y, poniéndole las manos ora sobre los hombros, ora sobre la cabeza, pronunció unas frases, que los incesantes clamores no permitieron oír. La velada se cerró entre cantos y notas de alegría con una fantástica iluminación a la veneciana. ((**It13.146**)) Un episodio que al mismo tiempo alegró y edificó a los comensales, hizo que se conservase el recuerdo de la comida que se sirvió al día siguiente. Al llegar el momento de los brindis, entró en la sala el antiguo alumno Gastini, famoso por sus ingeniosas ocurrencias. Iba vestido de juglar. Después de saludar a aquellos señores, declamó y cantó sus versos en honor de monseñor Aneyros y de don Bosco, pero con tal gracia y donosura, que uno de los sacerdotes argentinos, el canónigo García Zúñiga, hombre jovial, llamó al poeta y le regaló una libra esterlina. Gastini le dio las gracias y besóle la mano; corrió derecho a don Bosco y, con garbo caballeresco, puso en su mano la moneda, como si estuviese destinada a él. El canónigo, ante un acto tan galano y espontáneo, llamó de nuevo al juglar y le dijo: -Si yo hubiese querido hacer un regalo a don Bosco, se la habría dado yo mismo. Pero te la di para ti. Toma ahora esta otra y guárdala. Gastini dio un salto y se la entregó también a don Bosco. Pero, al oír al canónigo, que entre las risas de los presentes, le gritaba por detrás: -íEs tuya!, cambió de tono y dijo con seriedad: -Nosotros somos todos de don Bosco. Aquí no hay nada nuestro, todo es suyo. -íBravo!, exclamaron los convidados. -Pero yo no te daré la tercera, dijo bromeando el canónigo, al ver que no podía lograr que se guardara una para sí mismo 1. La manifestación más solemne fue la que podríamos llamar de los tres días onomásticos. El día onomástico de don Bosco se había trasladado 1 Sacerdote JOSE VESPIGNANI: Un año en la escuela del beato don Bosco, pág. 90. (**Es13.133**))
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