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((**Es13.102**) divino Salvador mendigando por nuestras plazas, llamando a la puerta de nuestras casas; >>habría un cristiano que no le ofreciera generosamente hasta la última moneda de su bolsa? El Salvador está representado en la persona de los pobres, de los más abandonados. Todo lo que hiciereis, dice El, a los más despreciables, a mí me lo hacéis. Por consiguiente, ya no son unos pobres niños los que demandan caridad, sino que es Jesús en la persona de sus pobrecitos. >>Y qué diremos, además, de la merced excepcional, que Dios tiene reservada en el más importante y difícil momento, en que se decidirá nuestra suerte con una vida feliz o desdichada para siempre? Cuando nosotros, señores míos, nos presentemos ante el tribunal del Juez Supremo para rendir ((**It13.110**)) cuenta de las acciones de la vida, lo primero que amablemente nos recordará no son las casas construidas, los ahorros hechos, la gloria adquirida o las riquezas alcanzadas. De todo eso, ni una palabra, sino que únicamente dirá: -Venid, itos de mi Padre celestial, venid a la posesión del reino que se os ha preparado. Yo tenía hambre y vosotros me disteis pan en la persona de los pobres, tenía sed y me disteis de beber; estaba desnudo y me vestisteis; estaba en la calle y me disteis albergue (Mat. 25, 54-56). Estas y otras palabras más dirá el Divino Juez tal y como están registradas en el Evangelio; después les dará su bendición y los conducirá a la posesión de la vida eterna. Pero Dios, padre de bondad, que es sabedor de que nuestro espíritu está pronto, pero la carne es flaca, quiere que nuestra caridad reciba el céntuplo, aun en la vida presente. íDe cuántas maneras, señores míos, nos da Dios en esta tierra el céntuplo de las buenas obras! Céntuplo son las gracias especiales de vivir bien y morir bien; la fertilidad de los campos, la paz y concordia de las familias, el éxito de los asuntos temporales, la salud de parientes y amigos, la conservación y buena educación de los hijos. Recompensa de la caridad cristiana es el gozo que cada uno experimenta en su corazón al hacer una obra buena. >>No es grande el consuelo que se recibe, al reflexionar que, con una limosnita, se contribuye a hacer desaparecer seres dañosos a la sociedad civil para transformarlos en hombres útiles a sí mismos, a sus semejantes, a la religión? >>Seres que están a punto de llegar a ser azote de las autoridades, conculcadores de las leyes públicas, malgastadores en las cárceles de los sudores ajenos, y que, por el contrario, se ponen en condiciones de honrar a la humanidad, de trabajar y de ganarse honradamente el sustento con su trabajo y esto con decoro de los países donde viven y honra de las familias a que pertenecen? Además de todas estas recompensas, que Dios concede en la vida presente y en la futura, hay todavía otra que deben los beneficiados ofrecer a sus bienhechores. Sí, señores, no queremos defraudaros privándoos de la merced que está en nuestro poder daros. Escuchad. Todos los sacerdotes y clérigos, todos los muchachos recogidos y educados en las casas de la Congregación Salesiana, y especialmente los del Patronato de San Pedro, elevarán manaña y tarde al cielo oraciones especiales por sus bienhechores. Mañana y tarde invocarán vuestros beneficiados, con oraciones expresas, la bendición de Dios sobre vosotros, sobre vuestras familias, sobre vuestros parientes, sobre vuestros amigos. Suplicarán a Dios que mantenga la paz y la concordia en vuestras familias, que os conceda salud permanente y vida feliz, que tenga alejadas de vosotros las desgracias espirituales y temporales, y que añada a todo esto la perseverancia en el bien y que vuestros días sean coronados con una santa muerte lo más tarde que a Dios plazca. Y si después, en el curso de la vida mortal, tuviéramos, señores, la suerte de encontraros por las calles de la ciudad o en cualquier otro lugar, íah, sí!, ((**It13.111**)) entonces recordaremos con júbilo los beneficios recibidos y con gran respeto descubriremos (**Es13.102**))
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