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((**Es12.59**) publico, y se quiso separarlas del resto para enviarlas, en copia manuscrita, a los interesados, sin que en ello hubiera la más mínima propensión a hacer algo parecido a las fabulosas Mónita secreta (amonestaciones secretas); se parece más a aquellos <> para los Directores, tan poco confidenciales hoy día, que son conocidos por lippis et tonsoribus (todos, legañosos y barberos). Se trata de normas individuales, que no constituyen ningún corpus iuris, es decir, no tienen que ver con los deberes y derechos del director, pero orientan y guían la conciencia para amonestar a unos y exigir a otros. En una palabra, cosas del fuero interno, en el que nada tienen que ver los súbditos. Para las mismas normas explicativas se propuso, entre otras, añadir una disposición sobre la correspondencia epistolar de los hermanos. Al salir un hermano de un colegio o trasladarse a otro, no debía prestarse a llevar cartas o cualquier otra cosa, sin que se lo encargara el director local; y, si las llevaba con el debido permiso, no las debía entregar directamente al destinatario, sino al prefecto o al director de aquel colegio, para que las viera, si lo creyese oportuno. Y todo el que volvía a su propio colegio, no entregara nada que no hubiera pasado por las manos del superior; por consiguiente, ningún hermano diera cartas a quien estuviera a punto de marchar a otro destino, sino que las entregara al prefecto, remitiéndose a éste para el envío. ((**It12.59**)) El tema de la correspondencia dio pie a una notable observación, a saber, que había escaso carteo entre nuestros hermanos, lo cual debía considerarse como un defecto, ya que en las otras Ordenes religiosas se inculcaba la frecuencia de cartas, y que esto se consideraba como un medio eficaz para obtener unidad de espíritu, conocerse bien, fomentar la verdadera hermandad, prevenir desórdenes y remediarlos inmediatamente, si los hubiera. Como suele ocurrir en las discusiones de semejantes asambleas, mientras se anda por las alturas, resulta fácil estar de acuerdo y hasta entusiasmarse por una idea; pero cuando se desciende de la teoría a la práctica, entonces se duda, se vacila, surgen divergencias de opinión. ->>Cómo proceder? >>Cada cuánto tiempo escribirnos? >>A quién escribir? >>De qué manera? Hubo unanimidad en reconocer oportuno que, cada socio escribiese a don Bosco o al Capítulo Superior, por lo menos tres veces al año, con preferencia en tres ocasiones solemnes, por ejemplo, en las fiestas de María Auxiliadora y de san Francisco de Sales y en los ejercicios espirituales en Lanzo; creyóse, además, que sería útil tomar nota de los que habían escrito, para que el conocimiento de esto espolease a(**Es12.59**))
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