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((**Es12.477**) primer paso en falso después de una desgracia. Es un gran paso en falso y fatal el de aquellos que, si les sucede una desgracia, ((**It12.565**)) cambian de confesor. No encuentro nada que haga más daño, porque aquí no se trata únicamente de recibir la absolución, sino que se trata de dirección. Cualquier confesor podrá daros la absolución, pero >>cómo queréis que os dirija aquél, a quien decís sólo las cosas ordinarias y, si hay algo más grave, no se lo decís? >>Qué juicio podrá formarse de ciertas faltas, que, por no saber más, podrá tener por ligeras y, sin embargo, son la causa de lo que ocultáis? >>Qué remedios espirituales podrá daros, qué consejos sugeriros, si creyéndoos como vosotros decís, tomará por escrúpulo lo que es consentimiento, por descuido lo que es consecuencia de lo que él desconoce? >>Qué diríais de un enfermo, que descubre al médico ordinario sólo una parte de la enfermedad, pero no dice nada de donde está el cáncer, la verdadera llaga? >>Habla de un poco de cansancio que le oprime, de un ligero dolor de cabeza, pero calla la mucha fiebre que tuvo ayer? El médico le recetará alguna medicina para calmar, pero mañana volverá la fiebre y el enfermo se va al otro mundo. Escuchad: la mejor medicina para curar en estos casos, el gran freno para no incurrir en otras caídas es confesarse con el confesor ordinario. Por lo demás yo quisiera que todos vosotros, jóvenes, clérigos y sacerdotes, no dejarais pasar un solo día sin pedir al Señor, de una manera especial, la gracia de poder conservar esta bella virtud y singularmente después de comulgar o celebrar la santa misa. Pedirla siempre como la gracia más grande. Pidiéndola con mucha insistencia, mientras tenemos en nosotros a Jesús Sacramentado, casi me parece poder decir que el Cuerpo de Jesús, la Sangre de Jesús se incorpora a nosotros, se mezcla con nuestra sangre y no podrá sucedernos nada desordenado. Dignas de particular relieve son las <> del Día de los difuntos. Anunciada por fin la reanudación de las clases, presentó y explicó a sus muchachos los tres artículos fundamentales de su programa educativo: la fuga del pecado, la frecuente confesión y la frecuente comunión. Resulta bonito ver la sosegada sencillez y los términos perentorios con que enuncia cuál ha sido siempre su pensamiento sobre la frecuencia en la recepción de sacramentos, tema entonces muy delicado. Debo daros algunas noticias. Mañana empezará el horario normal. Algunos ya se quejaban de que había demasiado recreo, demasiados paseos y poco estudio. Mañana, pues, todos contentos. Pero aún os queda abundante tiempo de recreo y diviértase en él cada uno cuanto pueda. ((**It12.566**)) Pero no basta que comience el horario normal. Recordad que habéis venido aquí para estudiar. Y, por tanto, hace falta estudiar. Por lo que a mí me toca, yo estudiaré mi papel, estudiad vosotros el vuestro. Así, pues, a partir de mañana poned todo el cuidado posible para huir del ocio y para huir del pecado, dos cosas que necesariamente hay que aprender. íSi supierais qué precioso es el tiempo! Dicen los sabios que el tiempo es un tesoro; por consiguiente, quien pierde un minuto de tiempo, pierde parte de este tesoro. Es preciso, pues, aplicarnos a ello desde el principio con buena voluntad, para que a fines del año no tengamos que lamentarnos del tiempo perdido. (**Es12.477**))
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