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((**Es12.394**) ->>Quién eres? Y él, sin más, me respondió: -Ven. Yo quería saber antes quién era, qué es lo que quería, pero él repitió: -Ven pronto; hagamos girar los vehículos hacia este campo. Lo más admirable era que hablaba bajo y alto al mismo tiempo y a varias voces, por lo que yo me sentía extraordinariamente maravillado. El campo era extensísimo, aun a simple vista, y muy llano; no había en él surcos y estaba apisonado como si fuera una era. No sabiendo qué decir y viendo a aquel personaje tan resuelto, hicimos volver a los vehículos, los cuales entraron en aquel campo, y después les ordenamos a todos los que iban dentro que bajasen. Todos lo hicieron en un santiamén, y he aquí que, apenas echaron pie a tierra, desaparecieron los carruajes sin saber donde irían a parar. -Ya que hemos bajado, me dirás..., me diréis..., me dirá.. dije yo en tono vacilante, al no saber cómo tratar a aquel personaje >>por qué nos habéis hecho parar en este lugar? Entonces me respondió: -Por una razón muy grave; para libraros de un grandísimo peligro. ->>Qué peligro? ((**It12.464**)) -El de un toro furioso que no deja pasar a una persona viva por el lugar en que se encuentra. Taurus rugiens quaerens quem devoret. -Despacio, querido, tú atribuyes al toro lo que en la Sagrada Escritura dice el Apóstol San Pedro del león: leo rugiens! -No importa, allí era leo rugiens y aquí es taurus rugiens. El hecho es que tenéis que estar alerta. Llama a todos y que se congreguen a tu alrededor. Anúnciales con toda solemnidad y premura que estén atentos, muy atentos y que, apenas sientan e mugido del toro, que es extraordinario e inmenso, se arrojen inmediatamente al suelo y que permanezcan así boca abajo con la cara vuelta a la tierra hasta que el toro haya pasado. íAy de aquel que no escuche y no siga tu consejo, y no se postre boca abajo de la manera que te he dicho! Está irremisiblemente perdido, pues se lee en las Sagradas Escrituras que quien se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado: qui se humiliat exaltabitur, et qui se exaltat humiliabitur. Después me añadió de nuevo: -íPronto, pronto! El toro está para llegar; grita, grita fuerte que se tiren al suelo. Yo gritaba y él me decía: -íMás, más! Grita aún más fuerte, más fuerte. Yo lo hice tan fuerte que creo haber asustado a don Juan B.ta Lemoyne que duerme en la habitación contigua a la mía; no podía gritar más fuerte. Y he aquí que, de pronto, se siente el mugido del toro. -íAtención! íAtención! Que se pongan formando una línea recta, próximos los unos a los otros en una y otra parte, dejando un pasillo en medio para que el toro pueda pasar. Esto me gritó el personaje. Yo, a mi vez, a voz en grito di esta orden a los jóvenes, y en un abrir y cerrar de ojos todos se postraron en tierra y nosotros comenzamos a ver al toro que desde muy lejos llegaba lleno de furor. Si bien casi todos los muchachos estaban echados en el suelo, con todo había algunos empeñados en ver al toro y no se postraban en tierra por completo; afortunadamente eran pocos. Entonces aquel individuo me dijo: -Ahora verás lo que les va a suceder a éstos; ya verás la suerte que les va a caber por no querer bajarse. (**Es12.394**))
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