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((**Es12.383**) el auditorio. Sus palabras miraban especialmente a hacer que volvieran sobre sus pasos dos clérigos, que, terminado el tiempo de los votos trienales, no se preocupaban por pedir la renovación. Los dos estaban dotados de gran capacidad y no parecía que tuviesen ningún motivo razonable para dudar de su propia vocación; el salir hubiera sido para ellos recalcitrar contra la llamada de Dios. A la mañana siguiente se reunió el Capítulo Superior y se trató este tema; don Bosco dijo que se había dado cuenta de que había hablado demasiado fuerte, pero que la necesidad le había obligado a ello, por tratarse del bien de aquellos dos clérigos, y también de algunos otros; pero que aquellos dos no podían pensar que habían sido ellos el objeto, al que él principalmente se había referido con su seria amonestación, puesto que ni uno ni otro había abierto la boca con él hasta entonces sobre quedarse o marcharse; es más, no podían suponer siquiera que él estuviera enterado de si habían hecho la petición o no. Pero don Bosco no había soltado palabras al aire. La consecuencia fue que, después de haber hablado ellos aquella noche, uno hizo la petición enseguida, al día siguiente, y el otro estaba dispuesto a hacerla y realmente la hizo más adelante. Añadiremos que este último había sido verdaderamente acosado en su pueblo. No sólo se le oponían sus padres, sino también el párroco, que se esforzaba, con celo digno de mejor causa, para disuadirlo de quedarse con don Bosco; es más, el Arzobispo ((**It12.451**)) mismo fue a la aldea natal del clérigo, le buscó en su casa, intentó primero disuadirlo de su idea por las buenas y por último lo quiso por las malas, amenazándolo con que nunca lograría ser ordenado sacerdote. De momento quedóse cada uno con su opinión; pero el clérigo recibió con ello un golpe, cuya consecuencia hemos visto. El 17 fue el día de las profesiones religiosas. La ceremonia se desarrolló de la siguiente forma: A las nueve y media entraron todos los ejercitantes en la iglesia, oyeron la segunda misa, por ser domingo y, al mismo tiempo, cantaron el acostumbrado oficio; después se concluyó la lectura de las Reglas. Acto seguido, se entonó el Veni Creator, y todos los admitidos para la profesión, se reunieron en la sacristía; eran treinta y cinco, veintiuno para los votos perpetuos y catorce para los trienales. Estaba preparado en el presbiterio un reclinatorio, en el que se irían arrodillando uno tras otro para pronunciar la fórmula. Sobre la tarima del altar in cornu evangelii había un sillón destinado a don Bosco para recibir las profesiones. Entraron primero los que tenían que hacer los votos perpetuos. Cuando éstos se retiraron, salieron de la sacristía los otros, a los cuales (**Es12.383**))
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