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((**Es12.378**) Al día siguiente, a las nueve y media, pronunció don Bosco la conferencia de introducción. Un cuaderno de don Julio Barberis contiene un resumen bastante completo de la misma. El gerente de un gran señor convoca al principio del año a todos los que quieren ponerse a su servicio y señala a cada uno una función a cumplir a lo largo del año. Manda a uno trabajar la tierra, confía a otro el cuidado de las plantas, etc. Después, antes de despedirse de ellos, les da los avisos oportunos para que cumplan bien su cometido. Entonces cada uno se posesiona de su cargo y se pone a trabajar en él con ahínco. Uno cava la tierra, otro siembra, éste lleva el ganado, aquél cuida el arbolado; en una palabra, cada uno cumple con empeño el oficio que le asignó el gerente. Mientras tanto va pasando el año, hasta que llega el tiempo de reunirse los operarios con el gerente para dar cuenta de su gestión. Pero entonces no quiere el gerente ser el juez del trabajo de los obreros y envía a todos al amo para que sea él quien los examine y juzgue. Así, pues, el amo pregunta a todos, uno por uno, y les pide que expongan cómo cumplieron el cometido que les asignó su gerente y qué resultados obtuvieron. Pregunta a uno cómo cultivó el terreno, a otro qué cuidados ha tenido con las plantas, si las abonó a su tiempo, si las regó cuando se debía, si podó las ramas inútiles; en fin, si procuró que dieran fruto; a un tercero le pregunta si alimentó bien el ganado que se le confió, si tuvo con él los cuidados necesarios; y de la misma forma hace que le den cuenta de todo lo que han hecho y lo que han ganado. Alguno de aquellos operarios, si hubiese tenido que dar cuenta de su actuación al gerente, tal vez lo habría engañado en algo; pero, apenas vio que tenía que dar cuenta al amo mismo, ((**It12.445**)) sabiendo muy bien que no se le podía ocultar nada, puesto que conocía todo perfectamente, y considerando que tendría que confesar su negligencia al propio amo quedó muy afligido por el mal hecho y propuso actuar mejor en adelante. Viniendo ahora a nosotros, digo que los obreros sois todos vosotros que, al principio del año, después de haberos reunido aquí, recibisteis un encargo a cumplir y marchasteis después a realizarlo. El gerente soy yo. Se ha terminado el año y he aquí que el gerente os pide cuentas de vuestra gestión durante el año transcurrido. Yo soy, pues, el gerente, pero entended que a don Bosco se le puede engañar y se le puede ocultar algo; no porque don Bosco sea, después de todo, tan inocentón y se deje engañar, sino porque sabéis muy bien que las cosas internas se pueden ocultar al hombre, que no ve mas que lo externo. Pero no es a mí a quien tenéis que dar cuenta de cómo os habéis portado con vuestro cometido, sino a Dios, que no puede engañarse y conoce cada una de vuestras acciones e intenciones. Vosotros, pues, os habéis reunido para examinar qué habéis hecho durante este año y dar cuenta de ello a Dios y prepararos para nacerlo mejor al próximo año, si fuisteis negligentes en el pasado. Otra gran cosa que he de deciros en este momento es que necesitamos mucho repasar nuestras cuentas con Dios, especialmente porque todos los años son éstos los últimos ejercicios que alguno de nosotros podra hacer. Cada año mueren algunos, y pobres de ellos si no los hicieron bien, porque no tendrán la gracia de poder arreglar las cuentas otra vez. También este año serán los últimos ejercicios para varios, que están aquí escuchándome. Estaban en esta misma iglesia y oían este mismo sermón el año pasado los (**Es12.378**))
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