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((**Es12.336**) y esta firmeza de la nuestra harán que se queden muy pocos. Yo opino que éstos son buenos sacerdotes y pueden hacer mucho bien donde se encuentran, máxime en estos tiempos en los que tanto escasea el clero. Bendígalos el Señor donde están. Yo no cierro las puertas de nuestras casas a los adultos, pero tampoco voy a buscarlos. Uno de los sacerdotes llegados en 1876, desde Lugo, es nuestro Consejero profesional don José Vespignani. Desde el primer día de su ingreso en el Oratorio comprendió la naturaleza de nuestro ambiente. ((**It12.393**)) Era ya muy tarde. Don Bosco había estado confesando hasta cerca de las diez de la noche, porque al día siguiente se hacía el ejercicio de la buena muerte y partían los misioneros. Don José Vespignani lo encontró cuando cenaba, rodeado de cuatro o cinco sacerdotes, de pie o sentados, que le hablaban con gran confianza. Invitado a sentarse a su derecha, le entregó una carta de recomendación escrita por don Francisco Cerruti, ya que había ido a acompañar a sus hermanos al colegio de Alassio. El Beato pasó la carta a don Miguel Rúa que estaba de pie a su lado. Este la abrió, vio el contenido, y dijo a don Bosco: -Este es un sacerdote de la Romaña, recién ordenado, que viene aquí para quedarse con don Bosco. -Sí, sí, dijo don Bosco, clavando en él los ojos y sonriendo. Usted viene para quedarse con nosotros algún tiempo, quizás un año, ver lo que nosotros hacemos en nuestros colegios, y volverse después a su tierra para hacer allí otro tanto. Don José Vespignani se quedó como quien cae de las nubes. Al salir de Lugo, su cura párroco, informado de la finalidad de su viaje, le había sugerido hacer al pie de la letra lo mismo que don Bosco le decía en aquel momento. Venció Vespignani su primer asombro ante aquella misteriosa salida, y se apresuró a protestar y decir que no, que no haría tal cosa, sino que, si lo aceptaba, se quedaría para siempre con don Bosco. El Beato respondió: -Pues bien, ahora nos vemos a la luz de esta lámpara, pero mañana nos volveremos a ver a la luz del sol y nos conoceremos. >>Usted es un novel sacerdote? Mañana por la mañana nos dirá la misa de la comunidad para nuestros misioneros, próximos a partir para Argentina. Se despidió de él deseándole una buena noche, y lo confió a don Miguel Rúa que, con suma amabilidad, lo llevó a la habitación, le arregló la cama, le señaló una inscripción, grabada en un medallón de porcelana colgado junto a la pileta del agua bendita y, augurándole un feliz descanso, se retiró. La inscripción decía: <(**Es12.336**))
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