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((**Es12.320**) clérigos, una vez provistos por el Oratorio, ya no se darían por aludidos. Don Bosco se daba perfecta cuenta del importe total, puesto que, según las previsiones, iban a ser unos ochenta los que vestirían la sotana. Pero no se le ocultaban los inconvenientes. El primero era la pérdida de no pocos aspirantes, ya que algunos, para no tener que batallar con los suyos, volverían a sus familias, y otros, ante la presión de los padres reacios a pagar, no aguantarían. El segundo inconveniente era de carácter psicológico; los más de los restantes, al ver las dificultades de los padres para juntar poco a poco aquella cantidad, vivirían apenados, con daño para su formación. -Verdad es, dijo, que nuestra situación económica es desastrosa, pero de alguna manera saldremos a flote. Así alcanzaremos un gran bien. Si un joven llega a ser un buen sacerdote, >>no hemos de considerar bien remunerados nuestros sacrificios? Y, si después se queda en la Congregación, pagará él por muchos. Tenemos aquí en casa jóvenes cuya pensión la pagan los dominicos, los jesuitas, los filipenses, los oblatos. Veo cómo estas Congregaciones cargan con estos gastos por la esperanza de que sus protegidos puedan después ingresar en su Instituto. Y, sin embargo, las más de las veces no ingresan o, después de ingresar, se salen. íCuánto mejor, pues, podemos hacerlo nosotros, a quienes no nos cuestan tanto; nosotros, que apenas nos damos cuenta de si tenemos un alumno más o menos, una boca más o una menos! ((**It12.374**)) Otro proponía que, para sanear la economía, se multiplicasen los colegios, de donde se pudieran sacar socorros. No menos categórica fue la respuesta del Beato: -Es necesario que nos ocupemos mucho de los muchachos pobres. Necesitamos también colegios; pero los oratorios, los hospicios, las casas para muchachos abandonados son semillero de muchas vocaciones, e instrumento de un bien extraordinario. El mayor bien que se puede hacer es establecer un gran número de casas como el Oratorio de Turín, como el Hospicio de San Pier d'Arena, como el Patronage de Niza, donde haya estudiantes y aprendices, pobres o de mediana condición, donde se aprenda música instrumental y vocal y haya toda clase de ocupaciones, es decir, donde personas de toda suerte puedan encontrar un puesto adecuado para ellas. Si comenzamos nuestras casas con este plan, humildemente, recogiendo chicos desamparados, somos bien vistos por todos, buenos y malos, y ninguno nos pone trabas. Podremos también montar nuestras escuelas sin tantos diplomas y programas, y educar a muchos jóvenes adictos a nosotros e instruirlos. Y ya que los malos no nos protegen, podremos, al menos, esperar que no nos molesten. (**Es12.320**))
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