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((**Es12.307**)en las clases nocturnas, que finalizaban en el mes de María Auxiliadora, por su conducta moral y por su asiduidad en el trabajo de todo el año. Para dar más lustre a la ceremonia don Bosco invitaba a alguna persona distinguida para abrir el acto con un discurso de ocasión. El año 1876 lo pronunció el profesor Lanfranchi; el 1875 había hablado el profesor Alejandro Fabre 1. Se levantaban dos tribunas en el patio; en una se colocaba la banda musical y en la otra los invitados, con los cuales siempre se sentaba don Bosco, teniendo a su derecha al prioste de la fiesta 2 y numerosos señores alrededor. Todos los alumnos del Oratorio, estudiantes y aprendices, formaban a los lados de las tribunas dos semicírculos, dispuestos uno frente al otro. El imponente conjunto del aparato exterior impresionaba la imaginación de los muchachos, que se formaban una idea altamente educativa del mérito y de su recompensa. Eran días de calor sofocante. El Siervo de Dios, que sabía elevarse de las cosas más heterogéneas a consideraciones de orden superior, dijo a los muchachos en las <> del 5 de julio: <((**It12.358**)) alguno de vosotros necesita una colcha gruesa, una manta o un edredón, dígalo con libertad, que se le dará (risas generales). Pero nosotros, queridos jóvenes, acostumbrémonos a aceptar todo como venido de la mano de Dios, el frío, la sed y las demás molestias inherentes a esta mísera vida. Y ahora por nuestra parte suframos con resignación el calor para ganar méritos, que nos ayuden a subir al paraíso...>>. El celo de don Bosco por el bien de la juventud estaba encendido siempre por igual en cualquier época del año. Terminadas las clases en las escuelas públicas, él organizó durante bastantes años escuelas elementales para los externos durante las vacaciones en el Oratorio de San Francisco y en los de San Luis y San José. Acudían a ellas numerosos muchachos; en 1876 pasaron de seiscientos. En una gran ciudad 1 Demasiado tarde hemos encontrado el manuscrito, de suerte que no nos fue posible tenerlo en cuenta en el volumen anterior. Fabre, antiguo alumno del Oratorio, habló en su exordio de don Bosco en términos tales, que merecen contarse. Después de manifestar que había aceptado <>, porque le ofrecía solemne ocasión de encontrarse una vez más entre aquellos muros, añadía: <>. 2 El año 1876 lo fue el conde José Corbetta. (**Es12.307**))
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