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((**Es12.262**) a ser evangelizadores de los mismos salvajes, sin peligro de ver renovadas las matanzas ((**It12.304**)) de tiempos pasados. El proyecto de formar misioneros indígenas parece que ha merecido las bendiciones del Señor, pues ya hay diez muchachos indígenas grandecitos que lo pidieron y fueron admitidos entre los misioneros. Es vivo el deseo de éstos por abrazar el estado eclesiástico e ir a predicar el Evangelio a los salvajes. Pero los Salesianos enviados, ya establecidos en el campo envagélico asignado por la divina Providencia, son insuficientes para el gran trabajo que llevan entre manos y para el todavía mayor que se les presenta. Y para que no sucumban bajo el peso de las fatigas, es indispensable enviar inmediatamente en su auxilio no menos de veinte nuevos colaboradores. Este es precisamente el número que nos piden desde allá y que se está preparando; todos ellos se consideran felices de poder arrostrar toda clase de peligros, para unirse a sus Hermanos y trabajar con ellos para ganar almas a Dios. Pero, lo mismo que el año pasado tuve que acudir a la caridad de los fieles para la primera expedición, así debo hacerlo al presente. Hay que proveer de libros, de equipo personal, ornamentos y vasos sagrados, enseres escolares, domésticos, y de viaje para los que van a salir. También hay necesidad de muchos otros objetos que piden los que ya se encuentran en la misión, pues en aquellos remotos países se carece de todo. Los gastos para la nueva Misión superan las sesenta y seis mil liras. Para ir juntando esta cantidad no tengo más remedio que recurrir a la caridad de los buenos católicos y especialmente a V. S. Benemérita. Mientras los Salesianos ofrecen con gusto su vida para salvar almas, se dirigen a su caridad desde el lugar de su misión y le suplican acuda en su socorro con su limosna. Haga lo que buenamente pueda, y recomiéndenos a las personas caritativas, con quienes V. S. se relaciona. Cualquier limosna, por pequeña que sea, puede enviarse al abajo firmante por el medio que resulte más cómodo al benemérito donante. Nuestro amoroso y divino Salvador, que murió en la Cruz por la salvación de todos, bendiga y recompense generosamente a todos nuestros bienhechores. Los misioneros por su parte, tanto los que ya están en América, como los que se disponen a partir, aseguran diarias oraciones en favor de sus bienhechores, y yo, en nombre de todos, con la más viva y profunda gratitud, tengo el alto honor de poderme profesar. De V.S. Turín, 25 de agosto de 1876. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Quiso en esta ocasión llamar más directamente la atención del Gobierno italiano para recabar apoyo moral y ((**It12.305**)) material. No se forjó ilusiones sobre el resultado de su gestión; más aún, dijo francamente que preveía que estaba escribiendo sobre el agua, pues todas las cartas y aclaraciones verbales habían resultado inútiles hasta entonces. Pero no daba ninguna importancia a eso, porque al menos tenía asegurados dos buenos resultados. Ante todo se enteraba el Gobierno de este modo de lo que los suyos hacían, y podía convencerse de que no se actuaba en secreto ni se trabajaba bajo mano, sino que todo se (**Es12.262**))
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