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((**Es12.245**) Y el aumento del número no proporcionaba ningún quebranto al espíritu, porque vivir pobremente, trabajar mucho y rezar con fervor eran constantemente las tres notas sobresalientes de la casa. No faltaron en aquellos duros comienzos doncellas de familias acomodadas e incluso de la nobleza; éstas se dedicaban preferentemente a los estudios, para presentarse a exámenes oficiales y obtener el diploma de maestras; pero hacían también vida común con todas las demás, no se sustraían a los oficios ordinarios y obedecían afectuosamente a Madre Mazzarello, mujer sin letras y criada en el campo, que hacía prodigios con su bondad sencilla y humilde. Estaba llena del espíritu de Dios, practicaba para sí y enseñaba a sus hijas una ascética casera y sin ceremonias, pero a la vez muy sólida. Valga una muestra. A menudo decía: -Mientras haya vanidad al hablar y al escuchar, no habrá verdadera piedad. No envidiéis a aquellas que suspiran y lloran en la iglesia ante el Señor, pero no saben hacer un ligero sacrificio, ni adaptarse a un trabajo humilde. >>Sabéis a quiénes debéis envidiar? A las que, con verdadera humildad, se adaptan a todo y se conforman con ser como la escoba de la casa. >>Acaso no está la quintaesencia de la buena ascética religiosa en la humildad, la mortificación y el amor al sacrificio? Tenemos un testimonio sobre el espíritu de Mornese, que vale por ciento. El año 1876 predicó allí monseñor Andrés Scotton los ejercicios espirituales a las señoras; ((**It12.284**)) pues bien, antes de marcharse sintió la necesidad de hacer una retractación. Al visitar el Instituto, tres años antes, había sacado la impresión de que difícilmente habrían continuado las cosas hasta alcanzar un éxito feliz. Preocupado por tan graves dudas, había expresado también a don Bosco sus pronósticos poco favorables. El Siervo de Dios se limitó a contestarle: -Veremos lo que hará la Virgen. Pero al comprobar personalmente, tres años después, el valor moral de aquélla, que a primera vista le había parecido inepta para el gobierno, y ver el crecido número de Hermanas y sobre todo su espíritu, cambió de opinión y expresó su convicción de que cuando don Bosco le había dado aquella respuesta, leía en el porvenir. Recordarán los lectores que el Beato Padre, en agosto de 1875, durante una corta permanencia en Ovada, dio forma definitiva a las Reglas 1 y después las presentó en la Curia Episcopal de Acqui para su examen canónico. Una vez obtenido el juicio favorable de los revisores, 1 Véase: Volumen XI, Cap. XV. (**Es12.245**))
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