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((**Es12.218**) mejor la naturaleza de la cuestión, las dificultades que podía encontrar y los medios para actuar. Esto se vio en sus largos coloquios con Gazzolo. Don Bosco le hablaba de la necesidad de evangelizar la Patagonia, poniéndole también por delante el deseo del Padre Santo; pero el otro prestaba oídos de mercader y batía y rebatía la conveniencia absoluta de limitar todos los esfuerzos a Buenos Aires, abriendo allí una gran casa como la de Turín y tomando a su cargo la iglesia de los italianos. Don Bosco no intentó disuadirlo de aquella idea; le oía, intercalando alguna observación y adelantando alguna duda, pero sin contrariarlo; y después fue realizando con tiempo y sin prisas los planes que él tenía. Ahora tenemos que seguir a don Bosco durante un breve viaje fuera de Turín. El 31 de mayo, acompañado por don Julio Barberis, fue a Villafranca de Asti para visitar al reverendo Messidonio, ex alumno del Oratorio y gravemente enfermo desde hacía mucho tiempo. Los encuentros que tuvo al ir y al venir son cosas de suyo bastante ordinarias; pero lo ordinario de don Bosco se sale de lo ordinario corriente. Salió a las ocho de la mañana. Había estado confesando hasta el preciso momento de la partida, de modo que no tuvo tiempo ni para tomar una taza de café. Subió al tren y se encontró de manos a boca con ((**It12.251**)) un sacerdote, antiguo amigo suyo, don Dassano, coadjutor en Cambiano. Entablaron enseguida una conversación afectuosa y santa. Lo invitó a asistir a la comedia latina, que se representaría al día siguiente en el Oratorio, pero el buen sacerdote se disculpó diciendo que tenía que atender a unos enfermos. El Beato le felicitó por el cuidado que prestaba a los enfermos, recordó una enseñanza del doctor Luis Guala, fundador de la Residencia Sacerdotal de Turín: <>. Del celo por los enfermos pasó la conversación al tema del consuelo que debe prodigarse a la familia del difunto. A un cierto punto exclamó el reverendo Dassano, poniéndose triste: -También nuestra familia se extingue con nosotros. No quedamos más que mi hermano, el Superior de los misioneros en Chieri y yo. íMuertos nosotros, adiós! íLos Dassano habrán acabado! No nos queda ni un sobrino, a quien dejar nuestra pequeña hacienda. -Si desea un heredero, replicó el Beato sonriendo, si está realmente preocupado por falta de herederos, yo le proporcionaré cuantos (**Es12.218**))
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