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((**Es12.215**) -Y faltan además los hombres a propósito, observó la señorita Bonnié. -Sí, continuó don Bosco, también escasea el personal. Pero, si se cuenta con medios económicos, ya se pueden formar más jóvenes con este fin y después enviarlos. Ahora mismo tendremos que preparar una nueva expedición; >>pero cómo lograrlo? Sentimos todavía los efectos de la primera, que nos costó la friolera de treinta y seis mil liras. Comprenderán ustedes muy bien que para un pobre cura sin medios, que sólo cuenta con la caridad pública, es una carga aplastante. Afortunadamente, la divina Providencia, cuando quiere una obra, ((**It12.247**)) mueve el corazón de alguna persona y hace que se lleve a cabo. Todos nosotros estamos en manos de la divina Providencia. La conversación vino entonces a parar al reciente suicidio de cierto caballero, un tal Monti. Tovaglia calificó de gran cobardía el no ser capaz de soportar las calamidades de la vida. -Donde no hay religión, interrumpió uno, es lógico que suceda esto; no hay que extrañarse. Y se siguió hablando de la muerte. Pero aquella conversación en torno a la muerte no le gustaba a la señora Tovaglia; decía que no era un tema para hablar mucho de él, aunque tampoco había por qué temerla; cuando llegase, claro está que sí; pero antes, no era del caso dejarse impresionar demasiado. -Es verdad, repuso don Bosco. Muchísimas veces le oí repetir al santazo de don José Cafasso, sacerdote ejemplarísimo de Turín, este consejo: que estuviésemos siempre preparados para morir, como si cada día fuera el último de nuestra vida; pero después no dejarnos asustar por la muerte, no tener miedo. Cuando uno tiene la conciencia limpia, porque no ha cometido pecados o ya se los ha confesado bien y ha hecho la correspondiente penitencia, >>qué debe temer éste de la muerte? Solamente los que viven mal y no se acercan nunca o muy de tarde en tarde a los sacramentos, tienen motivo para temer a la muerte. Estos tiemblan al pensar en ella, porque les remuerde la conciencia. En el santo Evangelio se lee muchas veces el pensamiento de estar bien preparados: Estote parati, nos dice el Salvador, quia, qua hora non putatis, Filius hominis veniet. Venit tamquam fur, etcétera. Al despedirse invitó el Beato con amables maneras a los señores Tovaglia a visitar el Oratorio, que nunca habían visto. Aquellos señores, que no iban nunca a los sermones, írecordarían mucho tiempo aquel encuentro! Cuando hallaba por casa a uno nuevo, no se conformaba con responder (**Es12.215**))
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