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((**Es12.214**) -Y además, insistió don Bosco, practica hasta el escrúpulo lo que dicta el Señor en el santo Evangelio: Quod superest date pauperibus, aunque tiene una familia numerosa y, después de todo, no es en modo alguno el rey del oro. Lo mismo que cuando vivía en Florencia, también ahora, en cuanto tiene un poco de dinero, viene al Oratorio y me dice: -Don Bosco, usted se encontrará en apuros ahora que se acerca el invierno; tendrá que comprar calcetines para sus muchachos; tome y compre una docena a mi cuenta. Una vez me dijo: -Necesitará comprar camisas; tome, compre una docena a mi cuenta. Parece que el invierno va a ser muy crudo este año, volvió a decirme; necesitará comprar camisetas de punto para abrigar a sus muchachos; tome, compre unas cuantas a mi cuenta. Y así, de tanto en tanto, me le encuentro allí con alguna oferta. Cierto día temí que se excediera y dejara faltar lo necesario a su familia, y le dije que, pese a mi gran necesidad, procurara no propasarse en sus limosnas. íBravo, don Bosco!, me contestó. >>Acaso solamente usted con los suyos quiere ganarse el paraíso? Si no lo hago así, >>cómo practicaré lo que dice Jesucristo: Quod superest, date pauperibus? Le observé que esto es sólo un consejo, no un precepto. Y él me insistió: -Sea consejo o precepto, yo sé que con aquellas palabras del ((**It12.246**)) Señor: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que se salve un rico, no se juega, y quiero salvarme; por eso necesito despegar cada vez más mi corazón de las cosas de esta tierra. Desgraciadamente estoy viendo que quien se pierda en cálculos para sí, siempre encuentra que debe gastar para sí mismo y no le queda nada superfluo para los otros. Cuanto más necesario cree tener que gastar para mantener su posición, para el presente y el futuro, siempre tiene algo que hacer y gastar, ora acá ora allá. Pero todas estas necesidades son pretextos que proceden de tener el corazón apegado a las riquezas. Ante semejantes observaciones no insistí más, y reconocí siempre en él al hombre de gran corazón y muy bien formado en asuntos religiosos. -íCierto, cierto! Como que de joven estudió para cura. Es más, creo que estuvo en el seminario. -Desconocía este detalle; pero siempre vi en él un santo varón, desinteresado y muy instruido. Hablóse después de los misioneros salesianos, que tanto trabajaban y tanto bien hacían en América, donde había muchísima escasez de buenos sacerdotes. Se dijo que hacía falta enviar allá a muchos otros sacerdotes para que enseñaran a aquellas gentes los caminos del cielo. -Mas para esto, observó don Bosco, se requieren muchos gastos, porque es un asunto muy serio. (**Es12.214**))
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