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((**Es12.202**) cronista que su refección era <>, que consistía, las más de las veces, en <>. Se entretuvo después, hasta eso de las once y media, hablando de la gran fiesta que se acercaba y de la Patagonia. El primer día del triduo, domingo, hubo una doble alegría; junto con el Patrocinio de san José, cuya solemnidad exterior, como ya se dijo, había sido trasladada, se celebró también el regreso de don Bosco. Sirvióse la comida en la biblioteca; sentáronse a la mesa, además de los jefes de taller, varios invitados más, entre los cuales estaban los profesores Pechenino, Terreno, Allievo, Lanfranchi y Bacchialoni. Y se lee en la crónica: <>. Se daban con relativa frecuencia, precisamente porque contribuían mucho a mantener relaciones amistosas con distinguidos personajes, máxime eclesiásticos y profesores. A estos últimos hacíanseles especiales invitaciones, cuando se trataba de seleccionar los autores para la Biblioteca de la juventud ((**It12.231**)) italiana. Estas comidas se preparaban sin regatear gastos, de suerte que, aun sin ostentación ni derroche, los convidados quedaban satisfechos. Aquella tarde presidió don Bosco la velada de los aprendices que se había trasladado junto con la fiesta litúrgica, porque se deseaba que asistiera a ella el padre querido. Se intercalaron números musicales y poesías, que agradaron mucho, con unos graciosos diálogos, cuyos interlocutores representaban los diversos oficios de la casa. Comenzaron los zapateros. Apareció uno con un par de zapatos rotos en la mano y se encontró con otro que llevaba un par de zapatos nuevos. Se saludaron y, después, el primero fue explicando con los términos apropiados italianos cómo se remiendan los zapatos. Vio luego los zapatos nuevos del otro y preguntó detalles sobre los mismos. El segundo zapatero se los fue dando. Hasta que, por suerte, llegó un tercero, que hizo más vivo y chistoso el diálogo, llevándole a una conclusión. Un segundo grupo representaba a los sastres y un tercero a los cerrajeros, y así sucesivamente. El pensamiento moral daba el tono a cada diálogo, invitando al perezoso a trabajar mucho, determinando al negligente a poner más atención y decidiendo al parlanchín a ser más moderado en el hablar. Los sentimientos cristianos iban brotando por uno y otro lado prestando colorido al diálogo. Así, por ejemplo: -Ea, más le tocó sufrir a san José cuando huyó a Egipto, que no a ti. -íHabría que ver lo que tuvo que sudar! -Jesús obedecía a san José más deprisa de lo que lo hacemos nosotros. (**Es12.202**))
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