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((**Es12.193**) día las bendiciones del cielo sobre usted y todos sus allegados, profesándome con respeto, De V.S.B. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Dio una conferencia el 4 de junio, solemnidad de Pentecostés, y la dio después de las oraciones de la noche, en la iglesia de San Francisco. Asistieron a ella profesos, novicios y aspirantes. Eran las diez cuando empezó; resultaba una hora incómoda para estas reuniones. El quería cambiarla, y ya había dicho que sería mejor pasarla a las seis y media de la tarde, tiempo en el que, por estar los muchachos en el estudio, bastaba un solo clérigo o sacerdote para asistirlos. Pero en aquella ocasión, como había que repetir el Phasmatonices en la sala de estudio transformada en teatro, los jóvenes estudiaban en las aulas, de suerte que se requerían siete asistentes por lo menos. Por eso fue necesario, una vez más, dar la conferencia general a aquella hora de la noche. Se reunieron ciento setenta. El Beato estaba cansadísimo, hablaba con dificultad y tan bajito que se temía le pudiera faltar la voz de un momento a otro. Su cabeza parecía aún más cansada que su cuerpo. Habló en estos términos: Es bueno, mis queridos hijos, que nos reunamos de vez en cuando, para darme a mí la satisfacción de manifestaros ((**It12.220**)) mis pensamientos y mis deseos, y para que también vosotros podáis tener el gusto de oír la voz de un amigo cariñoso, de vuestro querido padre, que tanto os ama. Hubiera querido reuniros más veces, especialmente antes de ir a Roma o inmediatamente después de volver de allá; y sería bueno que nos reuniéramos con frecuencia, pero unas veces falta el tiempo y otras, digámoslo también, falta la salud... Y, por eso, sólo hacemos lo que podemos. Esta noche necesito comunicaros la verdadera finalidad de mi viaje a Roma y los resultados que se han obtenido. Os diré, ante todo, que en Roma somos francamente bienquistos y que hemos sido recibidos óptimamente. Yo fui allí para obtener que la Santa Sede concediese a nuestra Congregación los privilegios necesarios para poder trabajar libremente y con provecho por las almas; y se ha obtenido mucho más de lo que se podía esperar. Todo lo que pedí fue concedido. Sinceramente os digo, que yo mismo estoy asombrado al ver cómo nos colma el Señor de bendiciones, y casi diría nos abruma con sus gracias. Para no decir ahora todo, he aquí algunas de las cosas principales obtenidas: 1.° Facultad para todos los directores de nuestras casas, no sólo para tener y leer libros prohibidos, sino también para conceder esta misma facultad a cualquiera de sus súbditos. Por lo tanto, si un socio de la Congregación necesitase consultar un libro prohibido, podrá hacerlo sin incurrir en ninguna pena espiritual. (**Es12.193**))
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