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((**Es12.167**) aquellos animales no la podían mover y el Papa se encontraba cada vez mas agotado. Yo estaba arrepentido de no haberle invitado a venir a mi casa y no haber pensado en ofrecerle algún refrigerio. Pero, me decía a mí mismo: >>-Apenas lleguemos a la casa del capellán de Morialdo, lo arreglaremos todo. Entre tanto la carroza seguía parada. Entonces levanté una especie de eje que por la parte de atrás tocaba al suelo. El Papa al ver esto, comenzó a decir: >>-Si estuvieseis en Roma y os viesen realizar estos trabajos, seríais objeto de risa. >>Y mientras estaba entregado a mi tarea me desperté>>. ((**It12.189**)) Durante esta estancia de don Bosco en Roma tuvo pocos contactos con los hombres del Gobierno. Sólo visitó al honorable Melegari, Ministro de Asuntos Exteriores, el cual le recibió muy bien. El Siervo de Dios le recomendó sus misiones ya empezadas y las que vendrían después. Recibió de él buenas promesas; pero no le concedió ningún subsidio. En el célebre encuentro que tuvo a los pocos meses con Depretis, en Lanzo, no perdió la ocasión de volver sobre el tema. El Presidente del Consejo de Ministros prometió, dijo que apoyaría su petición de ayuda, que daría órdenes a los cónsules, que trataría el asunto con el Ministro de Asuntos Exteriores, que contribuiría personalmente; pero después, cuando el Beato llegó a la conclusión y le pidió socorro, tuvo como respuesta alabanzas, disculpas y no se habló mas del asunto. Don Bosco envió a don Celestino Durando a saludar al honorable Coppino, Ministro de Instrucción Pública, que se le mostró sumamente cortés. Aun sabiendo que aguardaban muchos en la sala de espera para ser admitidos a la audiencia, lo entretuvo unos veinte minutos. Le hizo grandes elogios del Oratorio y de los colegios salesianos, que él conocía muy bien. Alabó también mucho los diccionarios, que le presentó, los hojeó, leyó el prólogo y admiró la elegancia de su latín. <>. Desgraciadamente en aquellos tristes momentos del imperio sectario había siempre motivo para temer que las palabras no anduvieran de acuerdo con los hechos. Sin embargo, don Bosco respetaba y quería que se respetaran las autoridades del Estado, pensando que ganaba mucho, aunque sólo obtuviera cerrar la entrada de malas prevenciones contra su persona y sus obras. Este espíritu condescendiente le valió mas de una vez para arreglar asuntos y allanar diferencias, que entorpecían la acción saludable de la Iglesia en Italia. No estaban maduros (**Es12.167**))
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