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((**Es12.132**) que los asistentes no tienen autoridad alguna para permitir salir de las filas a nadie, por ningún motivo. Nunca se dio esta autorización, ninguno la tiene y nunca se dará, porque sería fuente de gravísimos males. La autoridad del asistente se reduce a esto: acompañar las filas, guiarlas al lugar establecido, velar para que nadie insulte a los nuestros y los nuestros no insulten a ninguno, y que haya orden en todo; pero nunca, jamas, tomarse la libertad de permitir a un joven alejarse de las filas. Y vosotros, queridos míos, no intentéis pedir este permiso al asistente; porque entonces le proporcionáis una pesadilla, un tormento terrible que no sabría cómo quitarse de encima al que pide, al que suplica, al que lloriquea. Ya no tendrá un momento para respirar en todo el paseo. Concretemos, pues, el asunto en unos cuantos principios: -El paseo no sea una parada. Nadie se aparte de las filas. Los asistentes no den nunca este permiso. Y sobre todo, no se tenga dinero, que es la causa de todos los desórdenes. Os he dicho que el que guarda dinero y no quiere entregarlo, no vaya a comulgar. Pero siempre hay alguno que objeta: ->>Pero, es que está prohibido por los mandamientos de Dios o de la Iglesia tener dinero? Nunca hemos leído esta obligación. >>Que no la hay? Pero yo digo: >>no es acaso el Espíritu Santo quien dice: Obedite praepositis vestris et subiacete eis, obedeced a vuestros Superiores y estadles sometidos? >>Acaso no es Jesucristo quien dijo: Qui vos audit me audit, quien os escucha a vosotros a mí me escucha? Y ícuántas otras citas de la Biblia podría traeros, que no quiero recordar ahora por no alargarme demasiado! Ahora bien, si los Superiores creyeron muy oportuno establecer esta regla, tienen derecho a ser obedecidos, y vosotros el estrecho deber de obedecer. >>Creéis, tal vez, que se hacen las cosas por capricho? Un Superior, antes de deliberar, se pone en la presencia de Dios, examina su conciencia, reza para que el Señor le ilumine y le haga ver si la disposición que piensa dar es para bien de sus súbditos, ((**It12.147**)) examina y pondera la cosa, y después habla según le inspira el Señor. No sé explicarme cómo algunos no comprenden; entre vosotros no hay marmotas dormidas y todos deberíais entender bien que es el Señor quien pone a los Superiores y les da las gracias necesarias para el buen gobierno de sus súbditos. Omnis potestas a Deo (todo poder viene de Dios). No me explico cómo algunos no entienden que la obediencia es muy agradable a Dios; y que nunca se equivoca el que obedece, mientras que siempre se equivoca el que no obedece. Tened profundamente grabada en vuestra mente esta gran verdad. Muchas veces los Superiores dicen una cosa, dan un consejo y, aunque parece fuera del caso y hasta fuera de razón, sin embargo ellos ven la marcha general de las cosas y los que los escuchan acaban bien y, en cambio, acaban mal los que no los escuchan. Sucede, a veces, que el consejo no guarda relación o no enlaza con lo anteriormente dicho, o con lo que hay que hacer después, y dicen los inexpertos: -íPero esto no tiene nada que ver con lo que yo pedía! Confiad en vuestros Superiores, seguid tranquilos su consejo sin discutirlo y acabaréis por estar contentos. Ellos tienen más edad, más práctica, más experiencia, más ciencia que vosotros. Y además os quieren. Os contaré a este propósito lo que le sucedió hace unos años a un estudiante del cuarto curso. Puedo decirlo tranquilamente, porque ninguno de vosotros conoce la persona, a la que me refiero. Un día se presentó un muchacho en mi cuarto y me dijo: (**Es12.132**))
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