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((**Es12.125**) tanto aburren y perjudican el alma juvenil, favoreciendo la indolencia y el desarrollo de malsanas tendencias. Añadiremos aún que rodeaba de especiales atenciones y solicitudes a los alumnos del último curso. Cuando el descontento se adueña de los muchachos mayores, por mucho que se haga y diga, nunca se impedirá que el malhumor se extienda por toda la casa. El 13 de marzo llamó aparte al inteligente profesor de aquéllos, don Pedro Guidazio, le pidió una relación detallada de la clase en general y de cada alumno en particular, le preguntó por el posible resultado de cada uno y le dio en cada caso normas prácticas para guiar a cada cual según su índole y de modo que los mejores se sintieran atraídos hacia la Congregación. Además, desde el año 1869, los alumnos de quinto curso 1, que se distinguían por su aplicación y buena conducta, se sentaban cada domingo a la mesa de los Superiores; una notita de la crónica nos presenta en un domingo de marzo cinco nombres, que son muy conocidos todavía por muchos de los nuestros: ((**It12.138**)) Bima, Botto, DompŠ, Gresino y Néspoli. Disfrutaba mucho don Bosco al ver a estos muchachos; por eso defendió con firmeza este premio, aun cuando surgieron dificultades. Pero no se sentaban al lado de don Bosco. Sólo la noche del jueves santo, los alumnos elegidos para el lavatorio de los pies se sentaban a sus lados durante la cena. Terminada ésta, los premiados se acercaban para saludarlo y oír una palabrita suya que solía ser muy eficaz, sobre todo con respecto a la elección de estado. Se comprende cómo los días precedentes hablaran los muchachos de esta fortuna, la desearan, hicieran sus planes sobre ella y la recordaran no sólo unos días después, sino durante mucho tiempo, lo mismo dentro que fuera del Oratorio. Hemos mencionado la catequesis cuaresmal. Los estudiantes ya tenían clase de catecismo dos días a la semana y cada domingo; pero hacia fines de cuaresma, rendían un primer examen. El año 1876 se dio a este examen cierta solemnidad externa, invitando a examinadores seleccionados entre los eclesiásticos de la ciudad, comprendido el párroco del lugar. Se daba un curso especial de catecismo en cuaresma a la juventud obrera. Se cuidaban de él con verdadero entusiasmo los clérigos del Oratorio. El año 1876 se trasladó esta catequesis de la una de la tarde a las ocho; este cambio de horario aumentó el número de muchachos. Era bonito ver a unos doscientos aprendices, con la cara tiznada y la blusa pringada y mugriente, apiñarse todas las tardes alrededor de sus 1 Era el último curso del bachillerato clásico. (N. del T. ). (**Es12.125**))
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