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((**Es11.93**) Nos despedimos amigablemente; pero los tres estábamos molestos por cuanto fue preciso manifestar. Espero poder contarle de palabra el resto, antes de que acabe el mes, ahí en Roma. También tenía que ir ahí nuestro arzobispo, pero me dicen ahora que ha renunciado a este viaje. Monseñor Fissore ya le enviará su informe. Le aseguro que no se pudo hacer mejor elección para este asunto. Es uno de los más íntimos amigos de nuestro Arzobispo, está de acuerdo en todo con él y es, quizá el único, que se negó el año pasado a darnos la carta comendaticia para la Santa Sede. Pero es de conciencia muy delicada y estoy seguro de que no variará en nada la situación de lo sucedido entre nosotros. ((**It11.101**)) Estoy en Turín hasta el dieciséis y después salgo para Roma. Todos los Salesianos le están reconocidísimos y ruegan al Señor le recompense con largueza, mientras con el corazón, lleno del más profundo agradecimiento, tengo el honor de profesarme De V. E. Rvma. Turín, 7 de febrero de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Poco después de la relación privada de don Bosco, recibió el Cardenal la oficial del pacificador. Es un escrito más que, en realidad, no proyecta nueva luz ni sobre el hecho ni sobre sus antecedentes. Más aún, don Bosco mismo, después de haberlo leído en Roma, declaraba el 15 de abril, durante una serie de conversaciones con su personal dirigente, que a él le recordó aquello de <>; y todavía más, hizo notar que distaba mucho de cuanto monseñor Fissore le había dicho antes de vapulearlo; que no contenía nada en concreto y sí mucho en abstracto; y que lo abstracto iba más en su contra, aunque se descubriese el esfuerzo por tener el pie en dos zapatos. Don Bosco manifestó, además, en aquella circunstancia que, sin embargo, la relación no llegó a manos del Papa sino después de apostillada. El fue a Roma el 18 de febrero. Allí el cardenal Berardi, antes de presentarla al Papa, debió, como en otros casos semejantes, hacérsela ver 1, para obtener explicaciones; y, aclaradas las cosas, debieron poner, de común acuerdo, las apostillas marginales que en ella se encuentran. Se advierte en ellas el estilo genuino de don Bosco. Pero tampoco éstas contienen nada nuevo para nosotros; por lo que podemos ahorrarnos la publicación de este documento; de todos modos, el que tuviere empeño en leerlo, lo encontrará al final del volumen 2. 1 Véase carta de don Bosco al cardenal Berardi, 28 de febrero de 1875. 2 Apéndice; documento n.° 8.(**Es11.93**))
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