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((**Es11.65**) Breve con el que concedía las indulgencias de los Terciarios Franciscanos a quienes favorecieran esta Obra. Así que, cuando yo envié al teólogo Margotti las referidas comunicaciones, entendía referirme a una institución general y no local, cuya sede estaba en Génova, y se anunciaba en la Unidad Católica por ser el periódico oficioso de las cosas eclesiásticas. En cuanto a la censura eclesiástica, yo me atenía para todo a la praxis que sigue su Dirección con los demás artículos del periódico. En cuanto a mí, ni el año pasado ni éste he impreso o publicado nada, ni lo haré hasta que V. E. no dé su visto bueno al folio que le presenté el año pasado y autorice su impresión. La copia del Breve Pontificio ya la habrá visto en dicho diario. Pero, si desease una copia auténtica, yo procuraré que llegue enseguida a sus manos. Le ruego, pues, humildemente permita que se publique el segundo artículo en la Unidad Católica, dispuesto a cumplir todas las órdenes que V. E. quiera darme. ((**It11.68**)) Con la mayor y más respetuosa veneración, tengo el honor de profesarme, De V. E. Rvma. Lanzo, 5-10-1876. Su humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. Las nuevas contrariedades le afectaron tan poco, que el 13 de octubre escribía a don Juan Cagliero y le decía: <>. Un incidente casero, como si no fuera bastante la guerrilla de fuera, vino a añadir amargura sobre amargura en el ánimo de don Bosco, mientras acompañaba a Roma a los Misioneros de la segunda expedición. Lo intercalamos aquí, aunque sucediera a fines del año 1876, para no tener que volver sobre este tema. Ya sabemos el interés que don Bosco tenía por la escuela de fuego. Su deseo de fomentar las vocaciones y los estudios de los jóvenes y también la buena marcha de la casa, hacían que la amara. Separados de los muchachos, aquellos hombres, ya maduros, podían ser mejor atendidos en su vocación; además, como no interrumpían sus estudios durante los meses de verano, quedaban libres de los peligros de las vacaciones, al tiempo que, a título de descanso, don Bosco se los llevaba a Lanzo para hacer los ejercicios espirituales con los salesianos; así tenían ocasión de poder escuchar mejor la voz de Dios. En cuanto a los estudios, constituía ya una gran ventaja el poder seguir con ellos un programa adaptado a su condición sin exponerlos a inevitables desalientos en las clases regulares, donde se pondría muy de manifiesto la propia inferioridad, al lado de los muchachos; además, se daba(**Es11.65**))
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