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((**Es11.502**) Dado que con nuestra licencia has de ir a la diócesis de Niza y permanecer allí para dedicarte al sagrado ministerio y a otros actos de caridad, para tu utilidad y para seguridad del Ordinario del lugar, con gusto declaramos que eres sacerdote profeso de nuestra Congregación, que estás adornado de buenas costumbres y debidamente autorizado por varios Ordinarios para predicar la palabra de Dios y oír confesiones de los fieles de uno y otro sexo; y, además, estás en posesión del diploma oficial para dedicarte a la enseñanza de las disciplinas clásicas, técnicas y francesas. Por tanto, humildemente te encomendamos al benevolentísimo Pedro Sola, Obispo de esa diócesis, para que te reciba benignamente y te dé los consejos y órdenes más oportunos, y conceda las facultades y gracias espirituales para ti y para el nuevo Hospicio llamado de San Pedro, en la medida que juzgue más oportuna para mayor gloria de Dios. Turín, 10 de diciembre de 1875. JUAN BOSCO, Pbro. 32 (En latín, en el original) ESCRITORES LATINOS CRISTIANOS El sacerdote Juan Bosco saluda al amable lector. El que examine los libros que se traducen en el segundo ciclo escolar, quedará ciertamente admirado de que adolescentes que profesan el nombre de cristianos sólo traten de historias, discursos y poemas llenos de antiguas ((**It11.597**)) supersticiones a cada paso. No ignoro que nadie puede compararse en elocuencia con TULIO, y dejando a un lado los poetas, es bien sabido que CESAR, LIVIO y SALUSTIO, tienen un estilo tan brillante, que aun los más provectos se desaniman si pretenden igualarlos. Pero, cuando quiero dedicarme a dar a conocer a los estudiosos de la lengua latina, los ejemplos más perfectos para que se posesionen con mayor exactitud del arte de la buena dicción, procuro que no les sean desconocidos los autores de la doctrina católica que vivieron en los primeros siglos después de Jesucristo. Pues siendo tanto lo que pecan los escritores romanos de la antigüedad respecto a las costumbres y al amor y, sobre todo, a la noción del Dios creador y providente, es del todo conveniente que la tierna mentalidad de los jóvenes alumnos no siga a los que tales cosas les enseñan, dándoles crédito, sino que se les contrapongan esos sapientísimos documentos de los autores cristianos, que han de dar muy pronto frutos halagüeños. Por otro lado, ya no hay ninguno que esté ambientado en la lengua latina, que desconozca que muchos escritores de la sabiduría cristiana, aunque miraban más alto que conseguir fama de buen estilo, sin embargo compusieron sus escritos imitando laudablemente a los clásicos. Recordemos si no a SULPICIO SEVERO, que compite con SALUSTIO en brevedad, y a FELIX MINUCIO, que no menos elegante en sus diálogos que LACTANCIO, ha conseguido el estilo de Tulio, de forma que, con todo mérito, se le llama el Cicerón cristiano. Así las cosas, nos ha parecido cosa óptima agregar a los excelentes volúmenes de los escritores antiguos, otros de autores latinos que, además del mérito de su estilo clásico, merecen también el de la religión, para ponerlos en manos de los jóvenes que están creciendo y son la esperanza de la Patria. (**Es11.502**))
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