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((**Es11.434**) dejó de este modo que las pasiones se apoderaran de él y lo subyugaran de tal forma que casi no es dueño de sí mismo. El noviciado fue establecido para que el novicio mida sus fuerzas, esto es, si la debilidad, producida especialmente por no haber seguido enseguida su vocación, no le ha hecho inhábil para esa santa vida; está establecido para que el Superior vea si el individuo tiene realmente la fuerza, la virtud y la voluntad resuelta para seguir su vocación. El noviciado está establecido para que cada cual se adiestre en el cumplimiento de las Reglas y pueda después cumplir sus deberes con facilidad y prontitud. El noviciado está establecido para que cada uno se fortifique en la virtud, a fin de que, después de haber reconquistado con la profesión religiosa la inocencia bautismal, no la vaya a perder de nuevo con el ímpetu de sus pasiones, todavía vivas y no mortificadas. Pero supongamos ahora lo que ordinariamente ocurre en todas las religiones, esto es, que uno, después de haber pasado algún tiempo en religión, tranquilo y contento, de pronto no está tan de buena gana, encuentra motivos de queja; le fastidia el calor, el frío, la comida, la obediencia; todo le produce disgusto. >>Es esto señal de que ése no tenia vocación? Notad, ante todo, y es muy cierto, que quien se decide a servir al Señor, no ha de caminar siempre sobre rosas, que encontrará abrojos, cardos y espinas. El Señor no nos ha dicho nunca: -Quien me siga caminará sobre rosas. Al contrario, al invitarnos a seguirle, nos dice: Si quis vult post me venire, abneget semetipsum, tollat crucem suam (si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz). El Señor nos invita a negarnos a nosotros mismos y a cargarnos la cruz a cuestas. Esto es, al ponernos a seguir a nuestro Divino Maestro, debemos estar prontos a soportar toda pena por su amor. Y, si hay que sufrir calor o frío u otras incomodidades, si no nos gusta la comida u otras cosas, debemos estar muy contentos de poder sufrir algo por nuestro Jesús, que padeció mucho más que nosotros. Jesús mismo, nuestro Divino Maestro, nos hizo saber que no nos faltarían las tribulaciones y nos dijo: <>. Por lo tanto, debemos padecer, y mucho. Más aún, debemos ser crucificados con Jesús; la cruz es su bandera y su estandarte; el que no la quiera seguir no es digno discípulo suyo. -Pero, dice alguno: íhace mucho frío en esta tierra, en esta estación! íEsta comida y esta bebida son escasas y poco apetitosas! íY esa ocupación que me han dado! íTener que trabajar todo el día, sin descanso! ((**It11.514**)) Otros tienen menos trabajo que yo y, si se presenta un trabajo más, me lo endosan a mí. íEsto acaba por cansar! íAy, pobrecito mío, te compadezco! Pero >>qué pretendes hacer en este mundo, si un poco de frío o de calor te hacen perder la paz? >>Cómo quieres ser discípulo de Cristo, si te quejas y te desanimas porque la comida no es de tu gusto y te parece pesada la ocupación que te han asignado? Hemos de meditar frecuentemente en Jesús crucificado; cuando nos vengan estos pensamientos, reflexionemos en los grandes dolores que Jesús soportó por nosotros y no encontraremos tan pesada la obediencia, al ver a Jesús obediente usque ad mortem; no nos desagradará la pobreza, al contemplar cómo Jesús, por amor a ella, murió paupérrimo en la cruz sin tener ni con qué cubrirse. Y aún así, sucede a veces que el demonio le ronda a uno y parece que no busca más que atribularlo. Comienza por decirle: -También en el mundo podrías hacer mucho bien. (**Es11.434**))
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