Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es11.325**) Repárese en la fecha: 28 de octubre, víspera del viaje de los misioneros a Roma. Por consiguiente, la antevíspera visitó el Beato al Arzobispo. Sería absurdo suponer que en la intención de la visita no figurara y, digámoslo con seguridad, como principal objeto ((**It11.381**)) el deseo de informarle sobre el grandioso acontecimiento que se preparaba y que se iniciaba con aquel viaje a Roma; pero fue tratado de mala manera. Cuando don Bosco dice <> tenía sin duda presente en el pensamiento la desagradable escena, que a nadie comunicó, y sobre la cual pasa discretamente hasta con el Arzobispo. >>Acaso no calla también en la <> que en 1881 se vio obligado a presentar a la sagrada Congregación del Concilio? Pero allí declara expresamente que pasará en silencio <>. Está claro, por otra parte, que el Arzobispo, reflexionando sobre lo ocurrido, debió sentir pesar e intentó en conciencia repararlo; por esto no le pareció mal aprovechar la respuesta que ya debía dar respecto al asunto de las Hermanas. Encargó, pues, que le escribieran sobre este asunto y, a la par, sobre la bendición de los misioneros, si bien en términos fríos. El Beato tenía, además, cosas importantes que comunicar al Ordinario. >>Cuáles? Léase de nuevo en la carta del 31 de diciembre, ya transcrita en la página doscientos sesenta y uno, el párrafo que empieza: <>; allí nos parece que está la respuesta a esta pregunta. >>Podía el Beato don Bosco, ante la inminencia de la nueva fiesta, dejar de pensar en sus muchachos y no aprovecharla para proporcionar a sus almas algún provecho espiritual? La función estaba fijada para el jueves 11 de noviembre. En la noche del 9 comunicó el horario para el día siguiente, con motivo de la despedida de los misioneros, y anunció que se tendría el ejercicio de la buena muerte con una de aquellas observaciones que él sabía hacer cuando tocaba el tema de la salvación del alma. Amaneció por fin el 11 de noviembre, consagrado al popular san Martín de Tours. Estamos hoy acostumbrados en el Oratorio a ver partidas y llegadas de toda especie, sin que casi prestemos atención a ello; pero en 1875 se estaba todavía en los albores de la gran historia; una expedición de misioneros hasta los últimos confines de América, hace cincuenta y cinco años, tenía algo de épico ((**It11.382**)) a los ojos de quienes vivían en un remoto rincón de Turín, llamado Valdocco. Se miraba a los que partían como a generosos atletas, que marchaban atrevidos a lo desconocido. Al verles ir de acá para allá, vestidos de aquella manera exótica, todos se empeñaban en acercarse a ellos para (**Es11.325**))
<Anterior: 11. 324><Siguiente: 11. 326>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com